Un recuerdo de Bukowski,
labios colmados de
ron,
labios embriagados
con su nombre,
simulo a Fante y su
amada noche,
ese instante donde el
corazón
se tiñe de bodas,
esperando a la
desdicha,
o un zapato de Freud
que aplaste y esparza
aquella virtud
del hombre y la
naturaleza…
Aquel lienzo blanco
forrado
del más puro amor
que el instinto puede
dar.
Ese segundo que
revela intenciones,
ese segundo…
Que a merced del cielo y su cuerpo
renuncia al silencio
“porque un cigarro a
veces es un cigarro”
o no más que un
lamento cotidiano.
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