viernes, 25 de noviembre de 2011

Imagen de lo impensable: Pasión y locura.







Prólogo


El mundo gira mas a valores y normas impuestas por un grupo de imbéciles que por el razonamiento individual de cada ser humano. Mi mente es diferente no estoy atado a esas reglas sociales. El tiempo estigmatizó una idea en mí, aquel castillo de naipes tan frágil y exuberante se había levantado en mi mente, en mi interior como para creer que era alguien único en este asqueroso mundo. Soy el vocero e intérprete de la realidad de esta tierra maldita, veía con desprecio como todos acudían al llamado de la necesidad, no acudían al auxilio sino al desprecio en un acto maquiavélico de pisotear los pequeños sueños de otros. Así vi como funcionaba todo, siempre se pisoteaba los ideales del pobre para que así necesitara forjar unos nuevos pero a costa de un valor, algo de lo que se lucraría algún infeliz adinerado, un feliz infeliz.

La luz que se reflejaba de aquel cristal blanquecino, tan puro en centellante fue perdiendo lucidez, así como el concepto de “bien, justicia y equidad” una corrupta inocencia. Es más sencillo enumerar los pecados que contar los suyos propios, o mejor dicho ¿Qué castigarles? Un momento en el que detengo el tiempo frente a mis ojos, la reflexión de mis actos es muy minuciosa y mi conciencia juega un papel crucial. En el momento en el que mi conciencia muere, la reflexión se convierte en un acto instintivo y los actos son guiados por una personalidad alusiva al pecado.

No remordimiento en mis actos, pero todo deja una secuela grabada tanto en la mente como en el cuerpo un estigma grabado por fuego y sangre. Soy un redentor en mi propia mente, de mi propia conciencia o ¿inconsciencia? Allí el dilema.
Podría abordar cientos de pequeñas obras en mi mente, todo perfecto, como en una escena de teatro. Romanticismo, entre los actos de parejas que desean felicidad, añoran romper un sueño y convertirlo en actos. Podría hacerlo pero todo cambia en giros que simulan una realidad más acorde a lo que he vivido, nada esperanzador…

La vida, el destino, dios o el demonio como quieran llamarlo podría cortar tu cuello y dejarte sin habla; en un agonizante instante observaría lo que perdiste, lo que soñaste y al final la consecuencias de tus actos. Todo disperso y a la vez enmarañado en cientos de partes, pequeñas luces… “Entre la luz más intensa hasta la esperanza puede llorar”

I


“Nos vimos entregados a perder el aliento en aquel instante, sobre aquel fogoso sentimiento en el que rebozaban nuestras almas unidas por el desenfreno, la pasión. Media noche tras los matorrales y un lucero vigilante, astro que en el cielo ya oscurecido desvela dos cuerpos intimando, amándose. Nada mejor que descansar entre las flores. El viento sacudía, llevaba con sigo el dulce néctar de las flores, un aroma afrodisiaco. 

Fui tras ella atraído por el brillo de sus ojos, el reflejo de la luna en su mirada y, en aquella luz que nos cubría entre tanta oscuridad; como aquellas obras de teatro a las cuales estaba tan habituado a asistir. Ahora todo era real, sus labios, su busto y caderas estallando en placer junto a mí.

Rizos fogosos avivados por vaivén del viento y de nuestros cuerpos. Nuestras voces se ahogaron durante un último instante hasta perder el aliento, nuestros labios se entrelazaron y antes de recobrar la conciencia su silueta dibujada angelicalmente entre mis brazos ya no estaba... Amada delincuente de cuya fechoría he sido víctima. En la impunidad ha quedado tu crimen pues te escabulliste rodeada de flores y clamores de mi parte. Osaste robar mi cordura pues la soledad es suficiente tortura. Niégalo por todos los medios, hoy serás mi víctima, mi presa y yo seré tu digno ejecutor sin duda ni lamento.”

Mientras escribo todo desaparece. Versos en prosa, mi vida se acorta. Desatiendo tu recuerdo, mutilo tu reflejo. No hay verdad que permanezca inefable, ni mentira que se desvele hasta la media noche del caos. Entre la oscuridad ni nuestro destino es claro, lo único cierto es la muerte, acéptala. No hay mejor altar que mi propia alma ni mejor pedestal para tu sangre que mis manos.
No me siento afable, mi mente juega con tu cuerpo lascivo, semidesnudo, en premura... mis manos no se limitan a palpar tu semblante extasiado, labios punzo cortantes que amenazan con corta mis palabras, interrumpir el silencio, soltar un gemido. Soy un ser imaginativo que ante el desprecio se siente más creativo.

La pasión es exquisita pero momentánea, tu silueta en mi almohada solo es reemplazada por tu prolijo perfume, tan provocativo como desesperante. Usar tu cuerpo como un objeto de mis artimañas, no opusiste resistencia, no te limitaste en este juego de pasiones y te entregaste al pecado, aceptaste lo inevitable aunque fuese inconscientemente.
Entre mis manos solo hay lodo, estoy de cara al piso besando el fango, arrodillado ante el cielo y sobrecogido por la lluvia, tu nombre me altera aun mas, corrompe mi paz, envenena mis sentidos hasta la inconsciencia.

Un sueño mal concebido, una esperanza labrada en una mente infértil… no de ideas, ni de pensamientos; ojala así fuera pero el constante, revuelo de las ideas convulsionan en un vaivén enfermizo. Ya hoy seque hasta la última gota de mi botella de ron, no hay delirio que merezca serlo sin ebriedad. La sobriedad te vuelve al estado amargo donde la conciencia te ínsita a la rectitud o al odio a tu propia existencia.

Ahora acá estoy, en medio de una impotencia, de una resaca y con miedo a volver a la sobriedad. No hay peor momento en esta vida que reencontrarse con la voz que te escupe lamentaciones e improperios. No acepto las palabras de la soledad pues ella siempre te dejará aludido, rechazo la caricia de la muerte pues ella te dejara en el olvido.
Dos velas y una botella de vino, una mirada fija hacia un rostro distraído y apesadumbrado. El silencio, una para del miedo mismo que encierra tu voz y cose tus labios solo el chasquear de las brasas de aquella chimenea interrumpían esporádicamente ese apacible momento. En el rincón de la habitación podía vislumbrarse un gran estante junto a un viejo y polvoriento librero, la luz del fuego iluminaba especialmente al segundo como si apuntara con el dedo algo importante. De inmediato me enfoque en el estado de aquel inmueble, estaba algo sucio y descuidado como si nadie se preocupara por mantenerlo en buen estado. 

No hay preocupaciones mientras desfallezca junto a una botella de un buen vino, el plácido silencio y las voces de mi mente rigiendo, quejándose y retorciéndose de dolor, odio y agonía. He visto esa imagen, es un recuento blanquecino de una turbia memoria, o tal vez ¿vida? ya hoy en día no hay duda de que todos los astros en el cielo me ha abandonado. Me atrevo a escribir cualquier cosa que pase por mi mente, notas vagas sin calidad artística. El clima ha empeorado, no solo afuera sino adentro en mi mente no puedo dejar de darle vueltas al asunto. Las ideas no son muy claras, eso es lo que quisiera decir, dar un indicio de que lo estoy olvidando pero... ¡no!
Una taza de té frente al fuego, avivado por la poca leña que conservaba. La noche se avecina y el viento parece jugar a hacer voces, llamados entre las sombras que acechan mi cordura. El crujir de la madera me exaspera aún mas, ¡Déjenme en paz! maldición...
La puerta suena, un sonido incesante a un ritmo que se acelera. ¡No para! no se detiene ante nada. Mi mano se desliza por la perilla de la puerta hasta abrirla, semblante avasallado por un largo viaje, por el clima y, por algo más.
Aquel hombre se derrumbo frente a mí en cuanto abrí la puerta. Procuré darle los primeros auxilios, parecía sufrir algo de hipotermia pero algo que me extrañaba es que repetía incesantemente una frase inentendible para mis oídos en ese momento.

Aquel hombre no recobro el conocimiento en un buen rato, no paré de examinarlo mientras pude. No poseía nada de valor salvo de un reloj de bolsillo y algunos cuantos chelines. Examiné cuidadosamente el reloj y este estaban grabados las iniciales "M&B" y dentro había una fotografía que supuse era su familia. 
Aquel hombre postrado en el rincón de la habitación, parecía algo somnoliento y apesadumbrado. Apenas pude lograr ver sur rostro cuando noté algo extraño en sus ojos, su mirada carecía de vigor, una mirada fría como la de un cuerpo sin vida.
Procedía a levantarlo para ponerlo cerca del fuego cuando vi una nota en el bolsillo de su chaqueta. No pude contener mi curiosidad y procedí a abrirla, El papel con que se había escrito estaba algo corroído y solo decía "Se quién eres".
Devolví la carta a su sitio algo desconcertado y dirigiéndome hacia la cama decidí tomar una siesta. Esa noche fue difícil, algo me inquietaba y perturbaba mi sueño, no confiaba en el sujeto que yacía en el suelo dormido; pues las pesadillas que llegaron ese día parecían el presagio de un desastre inminente.

Aquel sujeto se levanto repentinamente, hurgo en el bolsillo de su pantalón y saco aquel reloj, observo la hora y en un gesto de preocupación se encamino hacia mí. No sabía cómo reaccionar ante aquello pues, solo vislumbraba una silueta negra y en sus ojos solo un surco rojizo y tenue.

Mi cuerpo no lograba moverse, el pánico o quizás ¿era un sueño? Se postró en el esquinero de mi cama y extendiendo su mano me arrojo el reloj. Alejándose lentamente la imagen fue disipándose hasta que desaparece.

Un estruendo, aquel sonido centellante que me hizo recobrar el sentido. El clima había empeorado en aquellas horas, es más no sabía cuánto había dormido o si aquello había sido real. No había sido más que un sueño, observando atentamente el cuerpo no podía creer que se levantara tan fácilmente en semejante estado en el que se encontraba. 
Me acerque a inspeccionar el cuerpo, su temperatura parecía haber subido a niveles normales. Intente despertarlo en más de una oportunidad pero no había modo de hacerlo reaccionar; su rostro frío y taciturno solo se asemejaba a la de un cuerpo sin vida.

Me di vuelta de nuevo y observe en mi cama un objeto dorado que brillaba en el esquinero de mi cama. Era el reloj, no podía imaginarme como había llegado hasta aquí, podría jurar que lo había dejado en su bolsillo. ¡No fue un sueño! la idea de que solo quiera asustarme me enferma, maldito, ¡maldito sea!

Entonces, Observando fijamente el cuerpo envuelto en aquellas sábanas, inmóvil y sin ninguna señal de vida. El miedo se apoderó de mí, una paranoia que me obligo a realizar una acción propia de un vil asesino. Mis manos se deslizaron por su cuello, decidido a tomar su vida, a no dejar que hiciera lo mismo conmigo yo tomaría su vida antes. Estruje su cuello con fuerza pero en aquel momento sentí gélido el cuerpo del occiso. 

Su cuerpo presentaba contusiones, heridas provocadas por animales tal vez... y aún mas estremecedor era que parecía haber muerto ya hace muchas horas. No imaginaba las razones por las cuales estaba en tan mal estado; es más, no podía pensar en algún motivo por el cual había llegado hasta esta cabaña entre las montañas.

Estoy reconfortado, el alivio de no cobrar una vida con tus propias manos pero aún así el sentimiento de haber despreciado una vida, de no importarte las consecuencias y usar el significado de la muerte como una simple herramienta; Me convertí en ese instante en un vil asesino.

El pensar que debía deshacerme del cadáver, un sentimiento tan extraño, como de suciedad; mis manos manchadas por un crimen, un acto catalogado como un taboo para la sociedad. No era el culpable de su muerte pero ante mis ojos yo era una persona detestable capaz de quitarle la vida a una persona.

Cavar la fosa fue un trabajo duro, las reflexiones abandonaron mi mente un instante mientras me obsesione por cavar cada vez más profundo aquel agujero. Hasta el momento en el que arreció la tormenta. Mi cuerpo comenzaba a entrar en un estado de hipotermia, reaccioné inmediatamente y apresurándome deposite el cuerpo y lo cubrí. 

Las pesadillas no se detienen, la imagen sombría en el rincón de la sala estaba siempre presente en mi mente, era algo tan real que confundí la realidad de aquello que había estado soñando. La imagen blanquecina de mis más preciados sueños se había manchado, ya ni siquiera estaban presentes. La conciencia estaba haciendo estragos en mí hasta el punto que no pude conciliar el sueño. A cierta hora de esa madrugada, la vi nuevamente pero esta vez no era un sueño, ¡era real! Mis brazos y piernas atados por el pánico, sin poder articular ninguna palabra observe cada instante como se acercaba lentamente hasta dejar en el esquinero de mi cama otro objeto. 

Desperté nuevamente ¿o tal vez nunca dormí? Lo cierto fue que esa mañana pude pensar con claridad. Al darme cuenta sostenía en mi mano derecha aquel reloj, apretándolo fuertemente. Los remordimientos de conciencia ya habían hecho estragos en mi mente y mucho más en el despojos de mi cuerpo. Una botella de whisky fue mi único sustento, mi única compañera en aquel fatídico momento. 

Ya había pasado algunos días, la necesidad de alejarme de aquella caja, polvorienta, lúgubre y desolada. Recogía algunas de mis pertenencias y decidí encaminarme hacia donde mis peores pesadillas se encontraban.


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domingo, 20 de noviembre de 2011

Sabbath - La Iniciación



CAPITULO II
LA INICIACIÓN

Para Damian el recorrido hacia su destino fue muy corto pues, tan pronto como caminaron fuera del edificio sintió un golpe fuerte en su cabeza. Lo último que escucho fue:
-          ¿Qué hiciste? ¡Pude dormirlo!
-          De esta forma es más entretenido -dice soltando una carcajada-
Caminan fantasmalmente por las calles y callejones de la ciudad, siempre dirigiéndose a lugares poco concurridos, espacios abandonados por la sociedad; pues, en la noche era otro lugar, un sitio totalmente diferente al que se lograba ver de día, donde las pocas almas retorcidas que caminaban por aquellas aceras eran borrachos, drogadictos y vagabundos.
Luego de llegar hasta una estación abandonada avistan una limosina detenida en medio de la nada. Al acercarse un indistinguible sujeto sale del auto y abre la puerta trasera en signo de cortesía al grupo que aborda el automóvil.
El sujeto se sienta en el asiento del conductor y repentinamente pisa el acelerador. Mientras conduce no deja de acelerar y su modo de conducción no es muy bueno.

Ey, ¿Qué haces? Conduces como un maldito desquiciado –exclama Julius-
Al cabo de un minuto de silencio el sujeto solo dice: “Gracias, hago lo mejor que puedo” luego suelta una carcajada propia de un demente.
Acelera, vamos a morir ¡sí!
¿Pero qué dices? Haz algo largote, di algo.
Algo -se limita a guardar silencio-
¿Es que tienes miedo? Pobre niño…
¡Cállate! Maldita, vas a morir cuando termine esto, al igual que tu maldito conductor. ¡¿Estás drogado o algo!?
Sí, ¿por qué? ¿Quieres un poco?
Después de arrollar a un par de animales, el conductor parece más excitado, solo enciende el limpia parabrisas y derrapa el automóvil perfectamente en las curvas como un conductor profesional. Los gritos de emoción y pánico se desatan dentro del automóvil mientras el auto se sacude turbulentamente hasta frenar estrepitosamente en la orilla de una acera, frente a una vieja casa. Al detenerse sale desesperadamente Lucius, mareado y confundido.
-          ¡Maldita sea! ¿Dónde has aprendido a conducir?- exclamó muy enojado.
El conductor se limita a no responder a la pregunta y mueve el vehículo nuevamente.
-          ¿Demasiadas emociones para alguien de tu edad? pregunta riendo entre dientes.
-          ¿Qué quieres decir? Sabes que esto es solo apariencia…- responde mientras le dedica una mirada amenazante.
-          Eso hace peor las cosas ¿no? Mejor dicho las hace ridículamente más graciosas
-          Quita esa cara de perra complacida, antes de que la deje irreconocible y aún más horrible de lo que verdaderamente es. Le señaló con un tono algo burlesco e irónico.
-          ¿De qué hablas? Soy hermosa y provocativa, ¿Qué no lo ves?
-          Recuerda que puedo ver a través de tu presunta “belleza”
-          Maldito enano endemoniado, ¡te arrancaré las pelotas!
-          Eso quisieras, ¿verdad? Al parecer tienes mucha hambre
-          ¡Ya lo verás!
Ambos continuaron hasta llegar a la puerta de aquella casa. La fachada de aquella mansión señalaba que era muy antigua, de mitad del siglo XVIII. Se encontraba en condiciones casi precarias, al parecer abandonada y transmitía esa sensación de horror o peligro; tal como si algo adentro amenazara y observara atentamente.
Sefi se acerca rápidamente a la puerta y con un gento de inquietud no pudo resistir el no tocar la puerta. “Toc, toc” tocó despacio pero luego toco cada vez más rápido y con fuerza, con desesperación. En ese momento Julius detiene su mano y le grita fuertemente al oído “¡Cálmate!”, Se han percatado de nuestra presencia desde el mismo instante en el que pisamos este lugar.

Recobró la conciencia en una cutre y abandonada mansión, apenas podía divisar algunos cuadros en los viejos muros y algunos muebles cubiertos por una tela blanca. Nervioso y adolorido por el dolor de cabeza causado por aquel golpe que le propinaron, apenas caía en cuanta de lo que le había sucedido. Era obvio que lo había raptado, “¿Qué rayos quieren hacer conmigo?” se pregunta temeroso, en ese instante su inquietud se agudiza al recordar la cantidad de asesinatos acaecidos en la ciudad. Presa del miedo y la desesperación intentó zafarse de las cuerdas que sujetaban, cansado y sin tener éxito en liberarse solo puede arrastrarse por el suelo como una vil lombriz. Decidido se encamina hacia una vieja chimenea apagada donde logra divisar una herramienta con la que podría desatarse. En aquel momento escucha un par de pasos, el indicio de que alguien se aproxima, se retuerce en el suelo e intenta romper las cuerdas. De pronto, escucha una risa y algo lo toma por sorpresa, tomándolo como una simple maleta y lo lleva por un pasillo iluminado solo por velas.
Damián desesperadamente se mueve, intenta zafarse de las ya debilitadas cuerdas y en ese momento cae al piso fuertemente. -“Escucha muchacho, no te lo repetiré: Mantente sereno…”- dijo aquel hombre con una voz amenazante, luego de aquella amenaza le propina un punta pie en el estomago dejándolo aturdido. Aquel sujeto lo toma nuevamente y se acerca a la puerta del fondo, dándole una fuerte patada logra abrirla y casi tumbarla, arroja a Damián al suelo como un saco de papas adolorido lo maldice mientras jadea y balbucea palabras sin sentido.
Aquel sujeto suelta una risa maníaca y al escucharlo jadear vuelve a patearlo una y otra vez regocijándose de su sufrimiento. En ese momento se escucho una voz femenina que ordenaba el “Alto” con una voz autoritaria. -¡Tráelo a mi despacho enseguida!-  ordena aquella voz proveniente del final del pasillo. –Ha sido tu día de suerte pequeñuelo- dijo aquel sujeto mientras lo tomaba por un pie y lo arrastraba rumbo a la habitación al final del pasillo. Las sombras nunca estáticas danzaban junto al movimiento de las llamas de los candelabros, donde la brisa no alcanzaba parecían moverse frenéticamente.
Luchando, aferrándose a lo que podía para no ir hacia aquel lugar, “no había nada bueno allí” se dijo a él mismo mientras sus manos maltrechas ceden frente a su agresor. En ese momento el hombre se detiene y observa una soga, de inmediato se vuelve para atarlo –¡Fantástico!- exclamó mientras sujetaba la cuerda y lo miraba despiadadamente. -Ni se te ocurra atarme- le responde Damián mientras intenta ponerse de pie pero de inmediato cae de rodillas. –No puedes hacer nada así que no te resistas, es solo por precaución-. Mientras se acerca, Damián levanta sus manos como gesto de resignación, se arrodilla para atarlo pero en ese momento la cabeza del muchacho impacta su rostro. –¡Maldición!- exclama mientras cae sobre su espalda con el rostro ensangrentado y luego continua -¿Qué es lo que pretendes haciendo esto?- le pregunta a lo que Damián responde –Nada pero no podía hacerte las cosas sencillas ¿o sí?- mientras reía débilmente. -Ya me he cansado de esto, te llevaré y no te resistirás- Le explica mientras lo ata de manos y piernas. De inmediato lo carga como una simple maleta y, tras abrir la puerta lo arroja bruscamente dentro, de inmediato le propina un puntapié en el estomago. La habitación no estaba muy iluminada salvo algunos candelabros encendidos en torno a un escritorio dono se encontraba sentada una mujer de tez pálida, cabello de un rubio tan intenso que pareciera arder,  mejillas algo ruborizadas por el maquillaje  y un atuendo no muy común, un vestido largo de color ocre, muy al estilo victoriano, en contraste a la antigüedad de la casa.
-          Alto, detente de una vez, para ya de jugar.
-          Pero esta pequeña rata solo tiene un rasguño.
-          Te he dicho que dejaras los juegos de una buena vez.
-          Solo quería darle la bienvenida, eso es todo –aclara con voz balística-
Aquella dama con tez agraciada camino lentamente en dirección hacia aquel hombre, su abanico cubría su rostro, ocultando la expresión de su rostro. Sus ojos, como cuervos picando un cadáver putrefacto se posaron sobre los de aquel sujeto. Aquella persona se contorsionó de manera terrible, desplomándose al suelo en pánico, los gritos no eran entendibles pero su rostro reflejaba terror y sufrimiento. Julius se acerca impaciente desde el rincón de la habitación, aquella mueca en su rostro solo insinuaba lo que pretendía, solo divertirse. -¡Estoy harto de ti! Asqueroso humano, ahora calla-. Grita mientras con un movimiento brusco introduce su mano la boca de aquel hombre y arranca su lengua.
-          Aquí tienes Sefi, un bocadillo
-          ¿Quién te crees? Mocoso insolente…
-          ¿yo? El que te da de alimento, ¿o es que te apetece otra cosa? En ese caso puedo complacerte.
-          Ahora que lo dices –masculla levemente-
-          ¿Qué has dicho?
-          Nada, no haré lo que dices…
-          ¡Silencio! –intervino aquella mujer-

De inmediato Damián atrajo la atención de todos. El silencio, solo se escuchaba las ramas de los arboles rozar con la ventana de la habitación. La habitación que estaba casi totalmente a oscuras fue iluminada con varias velas y candelabros. La mujer de fina vestimenta camina lentamente y con gracia hacia él, en su mano lleva consigo un frasco transparente con un extraño líquido rojo. Damián observa atentamente mientras yace frente a él inmóvil. “Muestra respeto gusano” –exclaman mientras lo obligan a arrodillarse-. Mientras él se encuentra temeroso e inmutado, su mente nublada por el pánico ya imaginaba la manera en la que esos sujetos acabarían con su vida, iba a terminar siendo algún tipo de sacrificio de un culto satánico. No bastaba con llevar una patética vida, dentro de una sociedad pre juiciosa y exclusiva de la que él no formaba parte; entonces, ¿Por qué a mí? -Pensó-.
-          ¿por qué a mí? ¿Qué harán conmigo?
-          Relájate todo terminará rápido.
-          Lo sostendremos mientras usted le da de beber del frasco
-          Un momento, no será necesario –responde la mujer acercándose a Damián-
Extendió su mano para acariciar su mejilla, una simple caricia parecía hacerlo caer en un estado de éxtasis, sumiso como un cordero o como un perrito jadeando y moviendo la cola. “Beberás esto, ¿no es así?” –Le dijo amablemente-. Accedió a beber aquel líquido, rojizo y de aspecto peculiar y en el instante en el que tocó sus labios supo que era sangre. Su reacción fue de repulsión pero en el momento en el que entro en sí estaba siendo acariciado detrás de su oreja y, ya se había lo bebido por completo. Rápidamente la mujer lo sujeto su fuertemente y con la misma sangre parecía escribirle en su rostro. Aquel instante, una nube densa de tensión cubrió el ambiente y las palabras sin sentido de aquella mujer que gritaba y aún así su voz parecía inaudible, con una sonrisa en su rostro gozaban triunfantes. Una fuerte brisa rompió una venta a pesar de estar tapeada y luego de un instante de oscuridad un fuego se extendió desde la sala hasta el cuerpo de Damián; Los gritos agonizantes los hacían reír, a ellos que complacientes gozaban de aquel espectáculo pirotécnico. Luego de unas últimas palabras culmino con un fuerte grito que silencio el ambiente abrumador y ajetreado, el fuego desapareció y todo muy silencioso quedó.

Todos observaron al cuerpo atentamente, no hubo movimientos por algunos minutos, de pronto un quejido rompió el silencio.
¡Asombroso esta vez sí funciono! –Exclamó Julius-.
¿Claro que creías? Ella es una eminencia en esta clase de rituales –Responde sefi-
Díselo a los otros cinco cadáveres calcinados en la otra habitación –Musita irónicamente Julius-.
¡A callar! Lo he logrado, acá frente a nosotros, este muchacho ya no es un idiota cualquiera, ya no lo es más… ahora es uno de nosotros.

En ese mismo instante, Damián se levantaba lentamente y al estar de pie completamente su rostro era visible para todos y, sin poder evitar el espanto trataron de desviar la mirada.

Con la poca iluminación en el lugar aun esa imagen grotesca salía de la sombras, de pronto las luces se encendieron, el fuego en los candelabros y lámparas.
Creo que al fin he vuelto y este cuerpo parece estar bien. ¿Cómo me veo?

Un silencio incomodo se apodero de la escena, todos se miraban las caras buscando la respuesta para aquella pregunta.

Luces espléndidamente –interviene julius-
-          Este cuerpo parece ser útil, al menos no se les ocurrió una mujer… ya saben los inconvenientes que surgirían y las consecuencias de tales errores… -Pronunciaron aquellos labios con esa vos tan grave que difícilmente podría ser Damián-.
-          Tranquilo ya sabemos que no te agrada, forma parte de tu código machista –exclama sefi-
-          Claro estas muy orgullosa de ser lo que eres ¿no es así? –Preguntó “Damián”-
-          ¡Claro que sí! –afirma sefi muy segura-.
-          Una perra lasciva y desquiciada
-          Ya veo que no fui el único en notarlo –masculla Julius conteniendo la risa-.
-          ¿Qué es lo que estás diciendo? ¡Desgraciado me las pagaras! ¡Y tú cállate! –Exclama Sefi-.
Imagino que eligieron muy bien mi aspecto ¿no?
¡Sí! Claro… -afirman irónicamente al unísono-.
En ese instante una carcajada incontenible rompe el silencio
-           Claro ignorando que tu cara parece derretirse, todo está bien… -Interviene Julius con un leve tono sarcástico-.
-          ¡Demonios! Denme un espejo, ¿qué tan horrible luzco? ¡Díganme!
Todos parecían preocupados, lo observaban atentos a su reacción. Sorpresivamente no lo había tomado tan mal, al parecer estaba conforme con que la mitad de su rostro estuviese reconocible.
-          No esta tan mal… al menos todo está en su sitio – Musito mientras miraba entre sus pantalones-. Además con una máscara ocultaré esta cicatriz y me dará un toque de misterio. Ahora… dejo la frase entrecortada y calló al suelo súbitamente.
Su cuerpo se sacudió estrepitosamente, convulsionando, jadeando y balbuceando. Entre todos tomaron de sus extremidades mientras Iranna introducía su mano en la boca del cuerpo de Damián. Luego de algunos minutos parecía que reaccionaba, su cuerpo se movía nuevamente e intentaba pronunciar alguna palabra inentendible. Julius acerco su oído a la boca del moribundo para intentar comprender lo que vagamente intentaba pronunciar. En ese momento solo solto un horrible y fuerte grito seguido de un sollozo. Julius aturdido por el grito se alejó rápidamente y se tambaleo un momento antes de sacar su cuchillo para intentar degollar al pequeño bastardo que lo había dejado casi sordo.
-          ¡Maldito mocoso de mierda! ¿Te crees muy listo demonio de cuarta? No me vengas con asuntos de jerarquía y esas estupideces, todo eso me vale un carajo. –Grita Sefi exaltada-.
-          ¿Dónde estoy? ¿Quién soy? ¿Por qué me duele tanto mi rostro? ¡suéltenme! –Gritaba lo que ya no era esa personalidad misteriosa, sino Damián-.
-          Al parecer no es Dominik. ¿Eso quiere decir que es el muchacho de nuevo? –Dice Iranna-.
-          Diablos  eso quiere decir que fallamos nuevamente… Otro cadáver que incinerar para borrar las huellas. Al menos era solo un desgraciado como el resto. Nadie lo va a extrañar. –bromea Julius-
Nuevamente el cuerpo se retorcía convulsionante. Se sorprendieron un poco al ver nuevamente aquella escena pero para su sorpresa había sido breve.
-          Qué curioso ahora de una manera más breve y menos patética,
-          Menos como una lombriz o un pollo sin cabeza.
-          Callen de una buena vez… ¡paren de burlarse y suéltenme! –Ordeno con una voz grave y autoritaria-
-          ¿Un caso de doble personalidad? Qué curioso… -dedujo Iranna-.
-          Deja tu palabrería… no soy tu conejillo de indias. Esa personalidad sigue viva, algo intermitente y vaga pero se rehúsa a desaparecer por alguna razón. –Gritó “Damián” con esa voz autoritaria-
-           Es muy extraño ciertamente… ¿estás seguro de que eres tú y de que estas bien Dominik? –pregunta iranna con un tono ironico-.
-          Déjate de deducciones cínicas y sarcásticas Iranna. Lo que me falta es otra más a aparte de esa pareja de payasos. –Refunfuñó Dominik-.
-          Lo cierto es que ahora contamos con un loco en la familia. En tanto no le lance piedras a los aviones y no coma mierda estamos bien.
-          A mí me parece que el muchacho es algo lindo. –dijo Sefi-

-          No me hagas reír, ¿que no vez al pobre infeliz? Solo le falta una joroba para ser un Igor, dudo que llegue a ser fantasma de la opera… sería un insulto para el personaje. –Bromeó Julius-.
-          Aun así me parece que su personalidad es linda, un alma débil que quebrantar, amar y sofocar con mis propias manos. –Dijo sefi con una leve risa obsesiva-.
-          ¿o tal vez piernas? Cualquier cosa que tenga pene para ti es lindo ¿no?
-          Claro cualquier cosa, es por eso que te odio.
-          Eres una maldita, ¡ya verás!
-          ¡Cállense de una maldita vez! Cuidado con tus palabras muchacho, podrías perder tu lengua que es lo más largo que te queda. Y tu pequeña perra… sí, eso es lo que eres acéptalo, será mejor que dejes de incordiar porque ya he conocido a muchas de tu calaña. En fin… Iranna, quiero que te ocupes de mi cuerpo. Estaré en letargo por un tiempo mientras recupero energías para tomar posesión completa de este cuerpo. –Intervino Dominik enardecido-.
-          Sí, como usted ordene.
-          Por cierto… olvidaba decirte “Te extrañe”- dijo mientras se acercaba a besarla-
El usurpador del cuerpo se había ido. Le había dejado el rol de aquel cuerpo agonizante de dolor al pobre y desgraciado Damián. Su dolor nuevamente estaba presente, al  parecer lo único que suprimía aquel dolor era “Aquel” ese sujeto dentro de su mente o su cuerpo.

-          Debemos hacer algo para calmarlo, creo que algunas hierbas servirán y algo de licor de mandrágora. –Dijo Iranna mientras tomaba la botella para beber un trago-.
Le hizo beber un montón de plantas trituradas con un alcohol fuerte. Aquella bebida le fue muy desagradable, se espabilo un momento retorciéndose frunciendo el ceño por el mal sabor de boca. En ese instante Sefi se le acerca, sentándose sobre su miembro viril e inclinándose para besarlo. Estaba interesada en quitarle el mal sabor de boca ¿o tal vez fornicar?

Entre alcohol, drogas y mucho sexo mantuvieron entretenidos los sentidos del chico. Parecían imitar algún tipo de ritual antiguo de curación o algo por el estilo. En lo que concierne a Damián… había sido drogado y prácticamente estaba siendo violado por dos hermosas diablillas o algo por el estilo.

Horas más tarde Damián entre los cuerpos agotados de aquellas dos mujeres despertó mareado y con una sensación extraña en su cuerpo. La mitad de su cuerpo estaba algo dormido, es más le dificultaba mover uno de sus brazos. Sumados los efectos del alcohol y la dura jornada de sexo que difícilmente recordaba debido a que estaba semi consiente. Se arrastró hacia Iranna que yacía desnuda en el suelo acostada sobre un sillón. Ella solo balbuceo algunas palabras inentendible y volvió a dormir. Sefi parecía en peor estado, estaba cubierta por algo extraño de dudosa procedencia, recostada sobre Julius quien se podría decir que la abrazaba; era una escena digna de admirar o de fotografiar.
Fue al baño a lavarse, estaba todavía algo adolorido y cansado. Como el peso de diez resacas, estaba tan mal que intentó vomitar sin resultado, sus piernas tambaleaban cada vez que intentaba dar un paso y su corazón iba a un ritmo alarmante. Se observo en el espejo y para sus sorpresa su rostro estaba desfigurado, recorodó entonces lo que había sucedido, ese grupo de maniáticos lo habían secuestrado con el motivo de apoderarse de su cuerpo y de sus “poderes”. ¿Que había sido todo eso? –pensó-. Con sumo cuidado tocó la marque en su rostro, sorprendentemente no sentía absolutamente nada. Teniendo en cuenta que pude convertirme en un cadáver calcinado, creo que no salí tan mal parado de este asunto –murmuró-. Creo que va siendo hora de escabullirme de este lugar mientras pueda, no quiero permanecer acá cuando todo esto comience de nuevo –pensó-. Adonde crees que vas –exclamó una voz desconocida-. ¿Quién es? ¡Sal de donde quiera que estés! –Respondió Damián-. ¿Quieres que salga? Eso será imposible pero por otra parte si quieres saber quien soy… solo obsérvate al espejo –dijo aquella voz con un tono irónico-. Observo asustado como sus labios se movían por si solos y le decían “hola”. Soltó un grito de terror, se golpeo repetidamente la cabeza intentando librarse de esa voz sin tener resultado alguno, era la situación perfecta para un suicidio pero para su desgracia tampoco controlaba su cuerpo, estaba atado de manos con su propia demencia. ¿Estoy tan loco? Antes lo pensaba pero ahora creo que estoy en un nivel mayor –pensó-. Dejaré las drogas y el alcohol, creo que será lo mejor, claro en el caso de que salga de este sitio –continuó-. No te hagas el tonto, sabes que no saldrás de este lugar te puedo asegurar y aunque lo logres no cambiaras ni un poco, solo eres basura y eso no cambiará –interrumpió nuevamente la voz en su cabeza-. Ahora era más fuerte e insoportable.  

Escuchó unas voces al otro lado de la pared, hablaban sobre los problemas en la ciudad y como iban solventar tantos conflictos. A pocos les importaban los humanos en si… Solo les preocupaba perder la paz que reinaba en aquella ciudad desde hace tanto tiempo, les había permitido vivir de una manera en la que monopolizaban el dinero y por ende el lujo y el placer. Al parecer algún grupo de desenfrenados anarquista había llegado a la ciudad con ánimos de hacer añicos todo lo que habían forjado durante tanto tiempo. Sin duda alguien los manipulaba pero por ahora había que ponerlos en su sitio.

Damián todavía no comprendía a que iba tanto alboroto y por qué hablaban de sectas, grupos, clanes y esa clase de cosas. Le importaba más el hecho de que pudiera desaparecer completamente que cualquier otra cosa. Imagino que quizás estaba loco y todavía imaginaba cosas pero después de tanto… ya era seguro de que no era así. Su otra personalidad no parecía ser sacada de su propia mente pero todavía dudaba si tal vez solo estaba demente. En ese caso todas esas personas son un grupo de maniacos, infelices y degenerados mentales. Que por cierto creen ser inmortales y tener poderes. No sé si han leído muchas historietas pero a decir verdad todo eso le parecía tan fantástico que casi le daba risa, de no ser por el hecho que terminaba golpeándose el mismo por obra de su otra personalidad.
-          ¡Oh! Genial, ahora me golpeo a mí mismo involuntariamente. Sabía que los parásitos vienen de distintos tamaños y formas pero esto me sorprende realmente… -Exclamó Damián-.
Su brazo se movió involuntariamente para propinarle un bofetón que sacudió ligeramente su cerebro. Mientras sus ojos recuperaban sus orbitas por el repentino golpe, sus labios comenzaban a moverse.
-          Pongamos todo bien claro muchacho... para alguien de mi edad creo que merezco algo de respeto; además ya que vamos a convivir durante un tiempo en este cuerpo pienso que sería conveniente mantener buenas relaciones y turnarnos para manejar los asuntos que tengamos pendientes.
-          Espera un momento… no puedes pedirme que asimile todo lo que ha sucedido de una sola vez. ¡Todo esto es una locura! Quizás por eso lo he asimilado tan bien pero aun así es difícil de comprender.
-          Es la primera vez que me ha tocado explicar esto a un humano. Bueno al fin y al cabo ya no eres una persona común y corriente; además también dudo que sobrevivas a esta experiencia así que creo que puedo contarte.
-          Pregunto lo usual, si pueden volar, levantar autos, disparar rayos o cosas por el estilo...
-          Evítate el sarcasmo… Tenemos la facilidad de controlar la mente de los humanos y apoderarnos de las habilidades de aquellos quienes se convierten en nuestros recipientes. Podemos mejorar estos talentos y a su vez adoptarlos como nuestros para poder emplearlo en futuros contenedores.
-          Déjame adivinar… El sol los mata y solo beben sangre por placer o para fortalecer sus “habilidades”.
-          ¡Silencio! Ya te lo había dicho, déjate de esos juegos. Como decía… El sol no nos hace daño y con respecto a la sangre puede que sea lo único cierto.
-          Ahora que lo dice… El sol no les hace daño pero espero que no tenga que brillar como como una escarcha a la luz del día… como en esas películas de hoy en día. Simplemente preferiría la muerte.
-          Creo que no será para nada sencillo convivir contigo…