Prólogo
Los hechos acontecidos en aquella ciudad en el transcurso de la semana en curso han intrigado a muchos. Los asesinatos y hechos delictivos se han desatado en las calles nocturnas de la ciudad; los asesinatos sobre todo habían asombrado a muchos, el estado tan horrible en el que había dejado a las victimas sugería que era un asesino sumamente despiadado; además, no solo era uno sino varios implicados.
El temor y la inseguridad por parte de los habitantes era cada vez más clara, el pánico abundaba y las personas no podían evitar sentir pavor y repulsión por aquellos actos. La policía no había dado con pistas que implicasen a alguna persona en los crímenes ya que los rastros hallados eran ínfimos; sugería ser obra de una mano meticulosa, un cerebro calculador, una frialdad inclemente y una astucia admirable.
Aquí es donde comienza todo, un vertedero de basura humana, un lugar en decadencia y próximo a la total aniquilación. No había forma de asegurar lo que acontecía en las calles, en los barrios bajos, en esos suburbios donde la miseria ya se cobraba víctimas mucho antes de que todo esto ocurriese; entre crímenes impunes y almas olvidadas no habría forma de ir al cielo en paz. Entonces, ¿Por qué ahora había tanto interés? Es simple… entre las víctimas estaban personas prestigiosas, miembros de la clase alta.
Cada quien vive su propio infierno, en busca de un cielo que les asegure la paz pero ahora seguramente esa “paz” solo se consigue al final de túnel, ya sabemos cuál es ese final… pues la muerte. En ese sentido se podría decir que esta ciudad les asegura la “paz” a cualquiera ¿en su debido momento? Es difícil saberlo, sin embargo, hay suficiente caos para todos. Así es esta ciudad, este cubil maloliente de gusanos voraces e insaciables. Fue así desde un comienzo pero ahora… el horror había quedado perplejo y el miedo boquiabierto frente la personificación del verdadero caos.
CAPITULO I
LA CIUDAD DEL CAOS
El lugar que había alquilado, algo descuidado y maloliente pero… ¿Qué se necesitaba para alojar a una rata? Solo necesitaba una cueva la cual habitar y la rata era Damián. Cada noche Damián se dirigía a sus clases nocturnas, corría por las calles en dirección al metro siempre con retraso. No era algo extraño en él siendo una persona distraída, asocial y desconectada del mundo que lo rodea. Tenía costumbres inusuales y hobbies algo peculiares por no decir extraños, no tenía muchos amigos, como un imán repelía a los que lo rodeaban y atraía desgracias (él estaba convencido de ello). Le encantaba la lectura, las historias de terror eran sus preferidas e indagaba sobre cualquier cosa que fácilmente horrorizaría a una mente humana común.
En ocasiones deseaba desertar de sus clases, imaginaba las cosas que haría en sus noches de farra aunque se le había advertido que no saliese en las noches rumbo a sitios desconocidos debido a los hechos que habían alarmado a la ciudad entera. Al llegar a casa, su “hogar”, se sentaba pensativo sin saber que le esperaría, intrigado por los desconocido pero más que todo fascinado. Observando como el reloj transcurría y harto de espera.
Subía al tejado de aquel edificio, donde iba en sus momentos de reflexión cuando quería estar al aire libre. Aquella noche fría observaba la inmensidad de aquella ciudad, las luces, las estrellas en la tierra; sin embargo un color rojizo se alza hasta una altura considerable en dirección oeste, donde él concurría cuando iba de paso tras ir a la universidad. Inmediatamente cruzó por su mente la posibilidad de un incendio, lo más lógico pero, no desconocía la causa del mismo, al igual que los bomberos, policías y demás personas –intuye sabiamente-.
Al día siguiente se levanta toma su desayuno y corre eufóricamente hasta salir de su departamento, bajar las escaleras y finalmente salir del edificio, para dirigirse de inmediato al lugar en el que vio la luz roja. Al llegar, paso la calle e impactado observo como un edificio residencial se había incendiado completamente hasta desmoronarse. Como había deducido, nadie sabía algo al respecto, para los allí presentes había sido un accidente hasta el momento pero para el momento que vivía la ciudad era de esperarse que fuese algún acto vandálico. Mucha gente se había aglomerado en el área, gritando, llorando, preocupada y más que todo aterrada por lo sucedido. El número de muertes era desconocido pero todo indica que no hubo muchos sobrevivientes, la mayoría se había asado como malvaviscos.
Damián examinando la escena cuidadosamente pero tras solo ver un desfile de miseria decide irse, caminando por calles y avenidas, masculla incesantemente -¿habrá alguna relación entre este suceso, los demás hechos vandálicos y los asesinatos?- pensó. Era lo más evidente, lo más lógico y lo mas inquietante pues todo arrojaba a que había una banda muy bien organizada encargada de actos criminales.
Distraído como de costumbre, caminando sin rumbo alguno hasta percatarse del trayecto que había recorrido pero para ese momento no podía decir con certeza en qué lugar se encontraba. Inmediatamente dio vuelta y tomó el camino de vuelta, debía ir al metro para así trasladarse a la universidad. Las calles casi desiertas salvo por uno que otro auto que cruzaba velozmente, de un momento a otro comienza a sentirse extraño, inusualmente nervioso; una sensación mas allá de su usual paranoia, como si, en verdad alguna persona o ente endemoniado lo observase y estuviese asechándolo entre las sombras .
Su paso se acelera, pero escucha un leve eco que imita sus pasos pero que no lograban del todo ocultar su presencia y tras cruzar una calle emprende la carrera y sin mirar atrás atraviesa las calles y avenidas hasta llegar al metro. Cansado, nervioso y perturbado por aquella sensación no se le cruzó por la mente que podía haber intentado observar a su espalda para comprobar si lo estaban siguiendo o todo era simple obra de su locuaz imaginación.
Se apresura a entrar al metro cuando observa una silueta que se dirige lentamente hacia la puerta, dispuesto a entrar. Inmediatamente bajo la sorpresa de ver aquel sujeto, le causo una sensación de peligro, en ese momento enfoco su mirada como marcándolo para morir. Damián impactado no pudo separar la mirada de aquel sujeto pero de pronto milagrosamente las puertas cerraron y el metro emprendió su rumbo.
Su desconfianza y paranoia habían llegado al límite, no podía permanecer en calma y su nerviosismo era muy evidente; tanto que las personas alrededor se apartaron pensando que era alguna clase de enfermos sicópata. Esto lo empeoraba más aun para él, las constantes miradas y los murmullos lo volvían cada vez más loco hasta que al fijarse en la mirada de de la mujer al fondo del vagón queda inmediatamente atraído, entre tantas personas solo esa mujer resaltaba y sus ojos reflejaban una pasión que lo incitaba a seguirla hasta la misma muerte.
Luego como una simple alucinación desaparece y al recuperar el conocimiento se encuentra tendido en el suelo mientras un grupo de personas intenta levantarlo. Luego de rehusarse a recibir ayuda se levanta rápidamente y corre rumbo a la universidad. ¿Mi mente me está jugando trucos? No puede estar sucediéndome esto, estoy enloqueciendo -dice para sus adentros-. Mientras se encuentra en el baño arrojándose agua en el rostro, hasta que al fin logra estabilizar su mente y evita llegar al colapso.
Se incorpora a sus clases pero su semblante luce más perturbado de lo normal y sus compañeros se extrañan al verlo, tanto que no evitan tratar de entablar conversación con él en busca de alguna respuesta que les diga la causa de su estado. Logra mentir, evadir e ignorar las preguntas y así se dirige inmediatamente rumbo a su casa.
En el camino, el tiempo parece volar en su mente, desconectado de toda noción del tiempo, su mente vuela en pensamientos obtusos. En aquel metro de pronto se ve rodeado de una especie de orgia, una lujuria que contamina el aire y los sentidos. Las personas no soportaban aquella sensación que los impulsaba a realizar aquel acto animal, como bestias se agrupaban entre unos y otros con la intención de consumar el acto sexual, los cuerpos se juntaban y las mujeres ruborizadas sucumbían consumidas por el deseo. Gritos de gozo, la excitación había llegado al límite, se desgarraban las ropas entre si y urgidos por una sola cosa solo pedía “sexo”, el hombre penetraba a la mujer que pedía a gritos aún más, mas compañía, mas placer y así sumándose uno más al grupo le daban lo que pedía pero la insatisfacción siempre estaba presente.
Observando aquella imagen sádica y morbosa, en la esquina del vagón está Damián como un insignificante fantasma sin poder intervenir ni que puedan notar su presencia. No sabía que pensar, no encontraba palabras para describir el asombro pero su cuerpo respondía por él y sus sentidos nublados por aquel aroma de sensualidad y deseo lo arrojaba cada vez más a las manos de la lujuria. En aquel momento advierte la presencia de la misma mirada acechante, los ojos negros con una tenue tonalidad de rojo y que furtivamente lo observaba como una presa, una víctima.
La oscuridad llena el vagón durante un segundo y tras volver la luz la mujer aparece frente a él sin que se percate del movimiento y sin explicarse el tiempo en que lo hizo. Curiosamente lo examinaba, caminando lentamente a su alrededor, su rostro cruzo muy cerca del suyo y aspirando tomo un rastro de su aroma y luego su lengua paso por su mejilla. Damián estaba paralizado, sus músculos no respondían y sin embargo tampoco oponía resistencia a la cautivadora mirada de aquella dama de negro.
El rostro de aquella mujer era perfecto, caucásica, nariz pequeña, labios carnosos y pintados de un negro acorde su vestimenta y a sus ojos cambiantes; sin embargo, su semblante era endemoniado y sonreía mientras lo observaba y jugaba con lo que parecía su alimento. Ella continuo hasta morderlo, sus labios recorrían su cuello y sube hasta su oreja hasta morderla. Una parte de él siente pánico pero también aquel pecaminoso espacio de su mente lo impulsaba a excitarse, a sentirse atraído irremediablemente a la dama de negro.
De pronto el tren se sacude, el movimiento se hace cada vez más estrepitoso, las luces se apagan repentinamente y lo último que escucha es un leve susurro en su oído “Duerme” se escucho lejanamente hasta que su conciencia se nubla y pierde totalmente el conocimiento. ¿Estoy en el infierno? -se pregunta- el silencio es total, las imágenes de mi vida no corren por mis ojos, no ve ninguna luz… ¡quizás todas aquellas historias no eran más que patrañas! –exclama inquisitivamente-. Tal vez esto es el infierno aunque no hay llamas ni demonios -dice para sus adentros-.
Las voces causan un estruendo, las voces, los gritos y las risas demenciales de seres que no avistaba por ningún lugar. ¡Quizás si hay demonios! -Exclama con afán- aunque con un aire de nerviosismo. “Esta es tu mente”, “cállate”, “Vamos a matarte”, “Ven a mí patética criatura”, las voces lo incitaban a quitarse la vida, lo amenazaban y lo llamaban. En aquel momento no soporto más -¡A callar malditas bestias, engendros, demonios o lo que sean! -exclamo enfurecido-. Luego de aquellas palabras su mente su conciencia vuelve a materializarse y apenas puede recordar lo que ha sucedido, lo que ha sido de él…
Su cuerpo se encuentra pesado, su cabeza palpita de dolor y aquellas imágenes de lo que parecían sueños, mas bien, pesadillas que aun eran su calvario. Todo era tan confuso que hasta ver la hora y la fecha se había dado cuenta de que no sabía nada de lo que había sucedido en 24 horas. Al mirarse en el espejo observa como su oreja se encuentra levemente mutilada y cuerpo lleno de mordidas, rasguños y marcas de lápiz labial. En aquel momento entra en razón y, tan sorprendido se horroriza al indagar en su memoria para descubrir que no había soñado, su mente solo trataba de confundirlo; tal vez para alejarlo de la locura.
El susurro leve de las palabras que hierven tu sangre, despierta los espasmos de tu cierto, el terror, la seducción de los versos que la muerte te dedica como último deseo en una voz desconocida. La muerte tiene aroma de mujer y solo su mirada seduce hasta el punto de querer morir en sus brazos.
Al despertar de aquel trance, tambaleándose y desorientado se da cuenta de donde se encuentra, está en su casa, su departamento. No tenía la mas mínima idea de cómo había llegado hasta allí; las imágenes en su mente eran tan difusas y extraña que no podían pasar de una pesadilla, -¿Estoy enloqueciendo?- pensó. Camina hacia la puerta; el espacio reducido del lugar polvoriento y cutre lo enfermaba y solo necesitaba aire fresco, al aproximarse escucha un murmullo en su mente, algo tan extraño como si te susurraran al oído o si, tal vez se adentraran a tu mente. “¿A dónde crees que vas?” retumba como un eco en su cabeza, perplejo y anonadado voltea a inspeccionar el lugar; allí, en el mueble estaba un joven de piel morena, ojos cafés, con la apariencia de un adolescente común y corriente pero solo un detalle lo distinguía: la presencia de aquella sensación de peligro.
El joven se estira y retuerce en el sofá y dice: “¿Que estas mirando?, ¿nunca has visto a alguien haciendo el flojo? Bueno creo que no te agrada, déjame explicártelo. En ese momento Damián se altera y sube la guardia y exclama: “¿Qué piensas hacer? ¡No te me acerques! Asustado y algo sorprendido por la situación no puede evitar estar atento a su alrededor. De pronto una voz de una mujer sale de un rincón oscuro de la sala, camina agraciadamente y con una voz dulce y tentadora exclama: “¿quieres matar al muchacho?, sabes que no debes hacerlo, él es mío, mi juguete hasta que no pueda soportar mis caricias” ríen ruidosamente, con aquellas voces que retumban en su cabeza. La dama de negro, aquella que había visto en el sueño o, tal vez, ¿no lo era?; la recordaba del tren de donde recordaba haber estado, entre aquel desfile de lujuria y pasión sus ojos solo la observaban, siempre seduciéndolo.
La mujer se aproximo a Damián y lo estudió detenidamente y con una risa dijo: “creo que te he dejado una marca ¿no? Excitante, mientras tocaba su rostro y recorre sus caricias por su cuerpo.
- ¡Basta! –exclamó Damián- y enfurecido dijo: “Esto no puede ser real, no puedo creer que todos los anteriores sean reales, así que lárguense, salgan de mi mente” ruborizado por las caricias y gestos obscenos de la mujer que intentaba seducirlo.
En aquel momento se aproxima un sujeto alto, casi no podía detallarse su rostro, quizás por los oscuro del recinto pero… las proporciones inhumanas del hombre suponían alguna deformidad o fuerza descomunal. De pronto el enorme sujeto estira su mano para alcanzarlo, su gran mano completamente abierta se posa en su cabeza, cabía perfectamente en la palma de su mano y sacudiéndolo como si fuese un juguete lo mueve de un lado a otro.
- ¿Qué intentas probar con esto? –pregunta Damián un poco molesto-
Pues nada, solo quería cual sería tu reacción; además quería saber si eras tal cual lo había descrito Sefi. – Exclama el sujeto entre algunas carcajadas-
- Sí, ¡¿Verdad que es adorable?! –Exclama entusiasmada “Sefi”-
- Bueno ¡Basta! Ya es suficiente, no soy ningún juguete o articulo para su disfrute. –Exclama enojado-.
- En realidad serías buen sujeto de pruebas, conejillo de indias, o tal vez… un buen blanco para practicar caza ¿no es así? –Sugiere el chico mientras una sonrisa malévola se dibuja en su rostro-.
Mientras hablaba observa a la mujer “Sefi” y de inmediato se sonroja y baja la cabeza.
- ¿Qué quieren de mí? –pregunta con voz temblorosa-
- Pues no mucho, solo hacerte algunas preguntas y puesto que ya la charla se ha prolongado entre argumentos estúpidos deberíamos presentarnos de una buena vez. Como ya sabrás la señorita se llama Séfira pero la apodamos “Sefi”.
- Encantado en conocerte. –responde elegantemente-
- El joven es Julius… -se limita a solo pronunciar su nombre-
- ¿Qué tanto miras? –pregunta con voz intimidante-
- Por último y menos importante, yo soy Mathius Alphonse pero puedes llamarme solo “Mathius”.
Basta ya de habladurías e inútiles presentaciones, ¿Por qué tanta charla con alguien que solo tiene horas de vida? es momento de movernos. –Exclama Július-
No le hagas caso, solo disfruta intimidando pero muy en el fondo él es… -dice Sefi-. Se quedó pensando un instante. Quizás no exista algún argumento que lo apoye; tal vez si sea más semejante a un animal salvaje. –musita levemente-
Julius solo se limita a observar con recelo y sigue su camino.
Damián se encontraba desconcertado, no se imaginaba lo que sería de él, si lo llevarían s u propia muerte pero si era así, rezar no era suficiente, es mas era algo inútil.
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