viernes, 12 de marzo de 2010
Habitante de los ojos malditos
Una noche apacible frente al calor de la chimenea, mientras en mi entretenida lectura pronto me di cuenta que tan solo bajo la luz de una vela y los brasas ardiendo frente a mí entro en razón, dándome cuenta de lo tarde que es. Es de noche, en este oscuro y deshabitado recinto que llamo hogar; un edificio algo viejo, de principios de siglo, algo lúgubre y lleno de leyendas.
Se escucha el crujir de la madera, el helado viento de invierno azota la casa, una implacable tormenta de nieve se ha desatado en esta noche. Entro en cuenta que a pesar de la soledad de este lugar me encuentro acompañado de los sonidos que se perciben, haciéndome pensar si por esa razón está fue sujeto a tantas leyendas y mitos. Son solo habladurías del pueblo, que ignorancia al creer que pueden existir tales cosas.
Soy escéptico a creer tantos cuentos mundanos carentes de bases científicas. Sin embargo el tema me atrae mucho y desde pequeño quise descubrir el misticismo detrás de todas aquellas historias fantásticas de fantasmas, vampiros, hombres lobo y brujas.
La casa deshabitada desde hace mas de dos siglos; se dice que pertenecía a una señora llamada Gizella Petrov pero el pueblo la apodaba “Amria O Meng” que se podría interpretar como “Demonio Maldito”. Según dicen procedía de Rusia y practicaba ritos gitanos y de otra índole. La mujer poco salía de su hogar, nunca se le vio caminando por el pueblo ni siquiera para comprar alimento y nadie se acercaba a los alrededores de la casa que se encontraba adentrándose en la inmensidad del bosque “Maldito” donde está ermitaña habitaba.
Poco se sabía de la casa durante el año pero en una fecha en específico todo era diferente, al acercarse la fecha entre el 31 y 1 de marzo; durante esas fechas se llevaba a cabo el “Walpurgis” un rito pagano de cientos de años de antigüedad. En esta fecha muchos sucesos extraños e inexplicables sucedían en el pueblo entre los cuales se narran historias de personas desaparecidas en el bosque que circunda el pueblo, en la ruta boscosa que hay que atravesar para entrar o salir. Los lobos son más agresivos y comienzan a atacar a las personas sobre todo a los niños más pequeños quienes son objeto de rapto por parte de estas criaturas, y además se dice haber observado en lo profundo del bosque una luz roja subía por encima de los árboles y podía avistarse a kilómetros de distancia.
Muchos misterios rodean al pueblo y a esta casa. Me propongo a indagar hasta las últimas consecuencias. En este diario escribo los acontecimientos y experiencias propias que me hicieron querer documentar cada uno de los sucesos.
Al llegar al pueblo los vecinos me observaban intrigados, como si fuese muy extraña la visita de alguna persona por estos lugares, y ciertamente es un lugar muy retirado de la civilización. Me envió el vaticano y la santa inquisición a documentar todo lo que pueda acerca del pueblo, de sus costumbres y todas aquellas leyendas que la relacionan con ritos paganos. En esta época se está haciendo muy popular la cacería de brujas y de criaturas que atemoriza los seres humanos pero lejos de los hechos de que los acusan pienso que solo son vagos mitos; la razón por la que los acusan es errónea y absurda.
Mis acompañantes, cinco de los cuales cuatro son soldados de bajo rango a los que se le encomendó mi protección; Rolán, Houbert, Miller, Rudolf y Frederic no parecen muy complacidos con la tarea ni muy interesados en realizarla pues solo están acá por ordenes de su superior, un antiguo comandante Frederic “Otón” (tal vez como apodo). Miembro y comandante de sus tropas; fue relevado tras perder la mayoría de sus hombres en una batalla contra los turcos pero a pesar de eso su fama lo precede.
Las casas deterioradas por el tiempo, los rostros sucios y enflaquecidos de sus habitantes son signos de su pobreza; era algo que apenas se podía dejar pasar. Las personas muy extrañadas observaban recelosas y se apartaban a medida de que transitábamos las calles del pueblo, todos se negaban a hablar o a rendir testimonio, el miedo en sus rostros quizás era infundado por mis ropas y por los soldados a mí alrededor. Me vi rebajado a entrar en una taberna, los hombres horrorizados por nuestra intrusión solo pudieron fingir que continuaban con sus actividades, me encamine a donde estaba el tabernero y de inmediato lo interrogue. -Háblame de este pueblo- le dije, -Busco información acerca de hechos sospechosos, algo que atemorice a los pueblerinos- continué. El hombre me miró fijamente, el sudor escurría por su frente, ya era muy evidente que ocultaba algo. El resto de mis acompañantes recababan información bajo métodos pocos convencionales, mientras tanto en hombre frente a mí no soltaba ninguna palabra entendible salvo vagos balbuceos. De prono, Frederic lo toma por la nuca y estrella su cabeza contra la barra, el ruido estremeció al resto de los borrachines del pueblo que de inmediato se pusieron de pie. -hay señales de descontento en el aire- señalo Frederick, -aquel que tenga algún problema que desenvaine su espada, claro si piensa que puede derrotarme- Continuo mientras aquellos que estaban de pie comenzaban a dudar. Aun había signos de rebeldía cuando su voz se alzó por última vez -¿creen que podrán contra nosotros? En proporción nos superaban diez a uno pero nuevamente continuo –Yo solo podría cargarme con diez de ustedes al igual que mis compañeros y en el caso de que salgan victoriosos nos precederán otros más que acabaran con su mísera existencia, con cada piojoso habitante de este patético pueblo- exclamó mientras los señalaba con su espada.
El discurso basto para que más de uno mojara su ropa interior, unos se sentaron y otros corrieron despavoridos. Desde aquel momento fueron más cooperadores y accedieron a dar respuestas detalladas acerca de nuestra búsqueda. Me señalaron que la casa abandonada dentro del bosque es la fuente de todo mal que atormenta las mentes de todos, alimentando sus miedos más profundos y haciéndolos delirar de tal manera que inventan historias. Aseguraron no formar parte de ningún culto o de otra religión que no fuese la cristiana pero hablaron de ritos realizados por foráneos en la profundidad del bosque.
He decidido aventurarme en búsqueda de la cabaña que se encuentra en lo profundo del bosque pero lejos de mi ambición la noche impide realizar la expedición. Ya oscureciendo camino en búsqueda de un lugar donde hospedarme dando con una pequeña posada que lejos de poseer lujos al menos podría dormir bajo techo esta noche. El clima parece augurar una tormenta y el viento sacude ferozmente los arboles, no hay personas en la calle, hasta los borrachos y vagabundos han buscado refugio.
La noche fue muy inquieta, el silencio era ensordecedor; no pude conciliar el sueño, algo me intranquilizaba. De inmediato me desperté asustado, bañado en un sudor frio y en estado de pánico; lo único que vislumbraban mis sueños solo eran visiones de fosas cavadas por mis propias manos y de los carroñeros devorando los cuerpos antes de ir a la tumba.
Una noche helada e intranquila, no habían sugerido no salir a las afueras del pueblo, “permaneced en vuestras habitaciones, si no queréis despareced” aquellas palabras resonaron en mi mente aquella noche, no supe determinar si fue algún tipo de amenaza o advertencia. Con cierta incomodidad, un palpitar irregular en mi pecho y la respiración agitada, desperté repentinamente. Una tormenta azotaba al pueblo, como si pudiese arrancar las casas de suelo y hacerlas pedazos, los relámpagos ensordecieron mis gritos tras despertar, una luz incandescente en una esquita, se propaga como el fuego, devorando todo a su paso y en dirección a mí; no era un fuego común, las llamas cubrían todo y sin embargo no consumían lo que tocaban pero al llegar a mí presencie un tortuoso dolor, el mismo infierno me envolvía para reducirme a simple cenizas, eternas e inextinguibles llamas. Desperté consecutivamente varias veces, un ciclo infinito que duró solo una noche, un verdadero tormento.
Un grito al fin salió de mi boca, todos cogieron sus espadas, observaron alrededor y luego a mí, que yacía extasiado, las preguntas no tardaron en llegar, no pude explicar exactamente lo que había visto pero luego solo se mofaron de mí. Al día siguiente se corre el rumor de que una entidad maléfica acecha en las noches, un ser que se cobija en las sombras y al parecer es el responsable de varias desapariciones. A ciencia cierta no se conjeturado la naturaleza de la criatura o tal vez ¿hombre? No hay forma de saberlo pues no hay victimas quienes aseguren haber sido atacadas.
Las personas nos observaban temerosas, guardando cierta distancia, murmurando recelosamente. Se podía escuchar “Están locos”, “Es mejor que no vuelvan”, “¿Quiénes se creen?” entre sus comentarios. Una simple mirada fue capaz de callar tantas bocas, ya no importaba que tanto indagáramos era evidente que debíamos ir al corazón de este misterio. Frente a las puertas de lo que podría ser el mismo infierno, para mí ya no importaba… solo quería esclarecer el misterio y estar de vuelta en mi hogar.
Tras adentrarnos en el bosque, caminando por un estrecho sendero lleno de maleza pero aun transitable. Durante varias horas estuvimos caminando y al toparnos con dos senderos que podrían conducirnos a la cabaña o arrojarnos al inhóspito bosque que seguramente nos conducirá a la muerte. Uno de los decidido a explorar el sendero derecho se aventuró pero tras un tiempo de espera nunca regreso… “quizás se ha perdido” -dijo uno de ellos- “Ya debió haber regresado” nos dijimos unos a otros. Decidimos seguirle el rastro a Rolan, aquel que había ido
El camino sugería que habíamos estado recorriendo el mismo sendero durante horas, como si estuviésemos en un laberinto, desconcertados y agotados por la caminata nos dispusimos a acampar un primer día. La imagen de los arboles alrededor con marcas de garras y cabellos de animal, los extraños ruidos y la desconfianza nos obligo dividirnos turnos de guardia. En la mañana nos propusimos a partir, a encaminarnos hacia lo que parecía ser el único sendero a nuestro destino. Uno de los soldados, Rolan ha avistado un rastro, huellas, pese a que las mimas parecían muy grandes como para ser un lobo o quizás sea un oso, no nos quedamos para averiguarlo.
A cabo de una hora ya pronto a anochecer, el viento helado comenzaba a sacudir arboles y un escalofrió recorría nuestro cuerpo. Apresurando el paso nos condujimos a lo que parecía ser nuestro destino, la casa abandonada que pertenecía a la anciana ermitaña, parecía descuidada propio de una casa que no había sido habitada en mucho tiempo y sin embargo sorprende que aún siga en pie.
Entrando al recinto veo a mis acompañantes algo temerosos, uno sujeta una cruz bendecida por un cura de su tierra y el otro parece tan asustado que parece divagar, mientras que el comandante ordena a último hacer guardia en la puerta. El piso rechina y las paredes se escuchar crujir con el soplar de viento, casi como si pudiera derrumbarse en cualquier momento; sin embargo, tras una inspección no parece que haya que temer a que se desplome.
Cae la noche y con ella el frio no azota de inmediato, uno de los soldados ha ido a buscar algo de leña y regresa corriendo, asustado, algo lo había dejado en un estado de shock y parecía estar traumatizado. El hombre parecía pronunciar palabras inentendibles al mismo tiempo que su cuerpo se retorcía sudando frio, sus ojos miraban mas allá de lo que podían percibir pues ser perdían en el infinito; quizás la imagen de algo lo perturbaba aún. Luego de darle unas hierbas el hombre parece haberse calmado pero antes de caer inconsciente toma mi mano “Es real, el ser de la mirada infernal, el mismo demonio viene a consumir nuestra sangre” -dijo-
Al menos trajo la leña y pudimos sentarnos frente a la chimenea, al parecer la noche parecía más agitada y uno de los hombres repetía continuamente “No somos bienvenidos en la guarida de la bruja” El miedo comenzaba a jugar con la mente de los soldados excepto con la del comandante Otón quien yacía sereno en una de las esquinas de la sala con su espada, siempre atento a cualquier peligro. Un aullido fuerte y agudo se escucha, retumba en nuestros oídos tan agudo que nos hace estremecer. Uno de los soldados que hacía guardia en la puerto pronto impacientemente se escucha intentando entrar pero un silencio invade la escena y un gran estruendo seguido por un grito apabullante del hombre que se va perdiendo en lo profundo del bosque.
A la mañana siguiente decidimos salir a inspeccionar, no habíamos pegado un ojo en toda la noche pues temiendo que algún animal entrara a la casa nos mantuvimos atentos mientras que el soldado inconsciente se retorcía en agonía divagando constantemente. Una densa bruma entorpece nuestra visión, muy atentos y despacio caminamos hacia lo que parece ser algo espantoso, el suelo manchado, cubierto e inundado de un charco de sangre que se extiende hacia la maleza, hacia los arboles y el profundo bosque. Quedamos completamente consternados tras observar el rastro que había dejado aquel soldado y lo que nos intrigaba aún más es saber qué clase de criatura había cometido semejante acto tan atroz.
Seguimos el rastro ensangrentado y las huellas de la criatura que daban al sendero de donde habíamos llegado, durante casi una hora de recorrido topamos con el cruce donde nos habíamos detenido y al ver que las huellas conducían hacia el camino en el que habíamos perdido a nuestro primer compañero. En sendero parecía achicarse cada vez más y los arboles cerrarse a medida que avanzábamos cortando el paso de la luz. Nos detuvimos a reposar en un enorme árbol de matiz grisácea con sus ramas desplegadas por encima de los demás arboles, decidimos pensar si adentrarnos más a lo profundo de este bosque sería buena idea. El árbol parecía manchado, un líquido escurría por su superficie y en cuanto me di cuenta enfoqué mi mirada perpleja y asombrada a lo que se encontraba en el árbol. Era un hombre empalado, izado como una bandera en el tronco de un árbol petrificado, sus brazos semidevorados, la sangre bajaba a través de tronco y sus intestinos colgaban alrededor.
Mi compañero asombrado por la forma tan grotesca del cadáver miraba fijamente al árbol ensangrentado pero su rostro pasó a reflejar un odio, un rencor tal vez guardado por años. La sangre cayendo en su rostro, de pronto escuchamos un pequeño murmullo de lo que pensábamos ya era un cadáver, el hombre aún se quejaba. En aquel momento supimos que hace solo minutos había estado aquí, la bestia que había perpetrado este grotesco acto. Decidido y con una determinación indetenible se dirige a lo más oscuro donde los arboles cierran el paso totalmente a la luz, lo sigo rápidamente advirtiéndole que no deberíamos ir después de presenciar tal grotesca escena. Haciendo caso omiso de mis advertencias se dirige a lo que parece ser una caverna enorme en la que de pronto se emitió un fuerte y apabullante rugido.
Corrimos desesperadamente por el sendero, casi presintiendo que algo respiraba en nuestros cuellos, una corriente sopló fuertemente detrás y los arboles balanceándose al ritmo implacable del viento. Ya había caído la noche, nos apresuramos a ir hacia la cabaña seguidos de una fuerte sensación de peligro, al llegar nos encontramos con que el último hombre se había suicidado, con una espada se había perforado el estomago y no suficiente con eso se enterró una daga en uno de sus oídos. Nos dispusimos a arrojar el cuerpo afuera aunque eso significase que serviría de alimento para los animales del bosque o para aquella bestia que nos había estado asechando.
Durante la noche, tan silenciosa y atemorizante, no podíamos dejar de pensar en las horrendas imágenes que se plasmaban en nuestra memoria; sin embargo los hechos acontecidos no eran nada favorables para nosotros, preocuparse estaba a lo más próximo de conservar la cordura y sin embargo ya eso estaba perdiendo. Mi compañero poseía un semblante enigmático; reflejaba en su rostro tanto ira como dolor, miedo y profundo rencor.
Luego de un rato comienza a relatar sobre sus hazañas con su hombres, las tierras que había conquistado y las batallas que había ganado hasta detenerse en una historia, se detiene y un silencio incomodo hace presencia, me narra como un ejército salido de las sombras arrasó con la mayoría de sus hombres, cuerpos putrefactos, algunos carentes de extremidades, vísceras desparramadas o simplemente huesos. Engendros vueltos a la vida solo con magia, no pudo haber otra explicación pero el motivo y el perpetrador quedó sin esclarecer. -Tras mi milagrosa escapatoria, juré vengarme de aquellas criaturas, sin saber quien lo haya hecho y solo siguiendo rumores- dijo mientras forzaba sus palabras, luego continuó -¿Qué como escapé? No lo hice, aquellas abominaciones se desvanecieron frente a mis ojos, cayeron al suelo y se desplomaron como simples cadáveres sin vida.
Me contó que en esas tierras se contaba la leyenda de que los muertos solían levantarse a clamar venganza y que al mando de un poderoso nigromante alimentaban cada vez más sus horadas de cadáveres al devastar ejércitos, pueblos y cuanto hombre se cruzara. Me habló del misterioso libro de los muertos “El Necronomicon” y de los mitos que circundan a él, las copias de estos volúmenes las cuales poca gente conoce su paradero. Parecía muy obsesionado con el tema y a pesar de lo que me había contado presentí que ocultaba mucho más información de la que se atrevía a revelarme.
El día siguiente fue frio, nublado y muy intranquilo. A pesar de que solo el viento perturbaba la paz, la angustia no carcomía desde adentro, yacíamos sentados frente a la chimenea casi sin extinta, sin leña para arder. Esperábamos pacientemente tal vez el momento en el que alguna criatura acabe destrozándonos como al resto pero quizás y solo quizás nos encuentren muertos de inanición. Ya casi prontos a caer que lo que podría ser nuestro sueño eterno, teníamos el presentimiento de que nos observaban unos ojos oscuros como el aciago mismo y con una tonalidad rojiza que asemeja al mismo infierno. El solo hecho de pereciéramos en ese momento nos aseguraba un castigo eterno en el peor de los infiernos.
Los sueños iban y venían y las horas pasaban lentamente mientras despiertos, con un gran esfuerzo intentábamos no caer en aquellas pesadillas que nos conducían más y más a la locura. Quizás eso fue lo que causo que el joven soldado se propinara la muerte, pues ya sea por nuestra fuerza de voluntad o por alguna otra razón conservamos un poco de cordura. Las paredes dan la perspectiva de que se achican y el crujir de la madera aumenta la sensación de encierro.
He acudido a un susurro, a una voz que me habla en sueños, en mis lagunas mentales y hasta en los momentos cuando estoy consciente. Me llama hablándome en un dialecto extraño, su voz me es familiar y a la vez distante, he tratado de seguirla pero… no doy con su procedencia, no doy con el significado de esta demencia. ¿Ya he enloquecido? Pues tal vez; pues ya he estado delirando en sueños despertando sudado y atemorizado. Sí, es la voz de los ojos malditos…
Los días transcurrieron, ya casi una semana desde que llegamos a este lugar, a esta vieja casa de donde no nos atrevemos a salir. Quedan un par de días para la celebración del “Walpurgis” y no creo que sea conveniente permanecer acá hasta esa fecha; no obstante, los sucesos extraños y nauseabundos ocurridos en este bosque nos obligan a permanecer guarecidos indefinidamente.
Ya la fatiga nos atormenta cada vez más y en repetidas ocasiones hemos intentado quitarnos la vida, interfiriendo cada uno para evitarlo. El viento arrecia, nos imposibilita escapar y el frio ya era insoportable y sin opción debíamos salir en busca de leña para encender el fuego, solo dios sabrá que nos espera en este frio bosque azotado por el invierno.
Salimos cautelosos, atentos a cualquier peligro pero consientes que no podríamos afrontarlos en el estado en el que nos encontrábamos. La nieve dificultaba nuestro avance y nuestra visibilidad y sin embargo en nuestra mente se cierne esa mirada asesina que el sueño nos impedía. Con el presentimiento de que nos acechaban ya si una pizca de cordura mi compañero se abalanzo hacia lo que parecía una silueta, una sombra que nos seguía muy de cerca. La espada lo travesó en el estomago de lado a lado pero tomándola logro sacarla y levantando al comandante lo arrojo hacia un árbol, ya casi moribundo me arrojo una libreta la cual tomé y corrí hacia la casa. Lo único que pude observar desde lejos fue como la criatura se alimentaba con cada bocado a mi difundo compañero.
He terminado solo en la casa en ruinas donde la soledad me agobia y cada vez mas recurro a la voz que me atormenta. Los ojos siempre vigilantes del demonio se ciernen en mí y la voz se hace más fuerte, más comprensible y me siento atraído a un extremo de la casa. Quizás deba ignorarlo pero la necesidad se hace fuerte y a medida que me resisto mas me siento atraído a ese lugar. ¿Qué será?-.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario