Era una noche de mayo, el cielo totalmente ennegrecido vaticinaba una tormenta y yo en las calles de aquel recóndito pueblo, sin lugar donde dormir y sin amigos a quienes acudir. En un desesperado intento fui directamente hacia donde me había parecido ver a un músico, con su chelo sentado en un banco frente a una fuente pero al acercarme la imagen se dispersó entre las sombras.
Las notas parecían escabullirse por la vieja casa frente a la fuente e inmediatamente me sentí atraído al sonido de aquel réquiem. Como las notas de un Mozart en do menor, las magistrales cuerdas del instrumento producían un sonido de lamento y desesperación. Resonaban en los muros de la vieja casa, dando un ambiente oscuro y lúgubre, ayudado por la fachada antigua de la casa y los matices grisáceos que hacen contraste con un luto llevado por años. Atónito pierdo el sentido del tiempo de pie en la puerta mientras las notas pronunciándose suavemente, hasta que de pronto una voz suave me despierta súbitamente de mi letargo.
Al voltear observo a una anciana envuelta en andrajos de color purpura, sus manos recorren mi rostro como buscando forma alguna y entonces comprendo que es ciega. Su rostro demacrado por los años y sus ojos blancos y fijos semejantes a un cuerpo sin vida. La anciana acerca mi rostro al suyo y solo me advierte con una voz sobre esforzada “Vallase de acá ¡Pronto!” y enterrando sus uñas en mi rostro se aferra a mí en un estado semiconsciente. Me quito sus manos de encima y al ver el estado en el que se había sumergido la anciana decido abandonar inmediatamente el lugar, la señora, quien me había herido levemente suelta un extraño grito que se apaga inmediatamente.
La sombra de aquel músico todavía parece mostrarse en aquel banco que ya lejos a mi vista difícilmente puedo distinguir una silueta que parece moverse al sonar de las cuerdas que entonan aquel hermoso sonido. Al volver solo me encuentro con que no hay nada, solo un vacio en la plaza y solo el sonido de la fuente percibo.
El frío azota a estas tierras durante todo el año y los pobladores ya acostumbrados al implacable clima permanecían en sus hogares pero, aún a tempranas horas de la noche no podía percibir ni un alma por las viejas y desoladas calles de aquel desolado pueblo, tan oscuras que no vislumbro mi camino a recorrer. De pronto la luz de una lámpara atrae mi atención de inmediato, como la única referencia en una interminable penumbra me dirijo inmediatamente a pedir indicaciones o alguna información que me permita salir rápidamente de este lugar.
La pequeña y leve luz comienza a moverse rápidamente, cruzando las calles hasta llegar a un lugar donde permanecía estática. Me aproximo lentamente hacia el sitio esperando encontrar a alguna persona pero al llegar veo la lámpara abandonada y a algunos pasos veo a un hombre vestido de negro con un sombrero de ala alta desplomado de rodillas y con lágrimas en sus ojos. De pronto un fuerte viento y como si la luz de aquella lámpara jugara con mi mente percibo una tenue sombra escabullirse de un lado a otro hasta desaparecer.
El hombre aún presentaba lágrimas en sus ojos, con una mirada fija y un semblante de asombro, tristeza y resignación. Ya estaba muerto, no poseía signos vitales y sus ojos bañados en llanto aún parecían derramar lágrimas.
Gritaba pidiendo ayuda sin resultado alguno, parecían ignorar totalmente aquella escena que acontecía solo a algunos metros de ellos. Ya resignándome a continuar gritando procuro indagar en el cadáver, la curiosidad me invadía y en la necesidad de inquirir en lo sucedido reviso en sus bolsillos en busca de algo que lo identifique sin resultado.
Deambulando por aquellas calles a oscuras durante la noche, el viento arreciaba al punto de casi arrancar arboles al mismo tiempo que una presencia hacia presencia en aquel misterio pues la sensación de no estar solo era cada vez más fuerte. Con miedo… ¡Sí! Un miedo atroz por desconocer la razón de aquella muerte, por la sombra que danzaba a mis espaldas y el inclemente viento que solo da malos presagios.
Repentinamente, el inmenso silencio es intervenido por la música de aquel instrumento que a lo lejos transmite sus pesares, sus sentimientos y penas. La melodía tan emotiva pero tan lóbrega obtiene un tono de desesperación como el que anuncia su última pieza tras su muerte.
Aquella esencia fantasmal se mueve escudriñando los callejones, como el ser voraz, sediento de sangre, insaciable. La imagen de aquella figura demoniaca es tan irreal, la noción del tiempo y de mi propia perspectiva parecen cambiar. Solo observo como toma por el cuello a hombres, y mujeres, vagabundos y comerciantes que circulaban aún las calles. La escena en el centro de la plaza, donde en una vorágine desenfrenada de sangre y muerte. Los cuerpos mutilados, a pedazos, abiertos dejando ver sus viseras caían en la fuente teniendo a rojo el agua.
¡Allí! Siendo el único presente, el narrador, el testigo de aquel horrible acto acaecido durante aquella noche sin luna. Aquel ser busca furtivamente a quien dar caza hasta avistar mi presencia, y acercándose frenéticamente me impacta.
Ya es de mañana, despierto en aquella calle, arrojado en el suelo temblando por el frío y por el miedo; delirando, citando lo que aquella noche había sucedido. Todo me parece tan difuso que no puedo recordar con exactitud lo que dije pero… las imágenes de aquella noche son tan claras como un cristal recién pulido, sobre todo aquel sueño tan tenebroso que el cristal negro se ha teñido de rojo.
Un ente me envolvió apresándome en un silencio, una oscuridad, una pesadilla donde yacía inmóvil y sin sentidos para percibir el horror del mismísimo infierno. ¿Cómo podría describir el mismo infierno sin haber visto, escuchado o sentido? Pero es una sensación mas allá de los cinco sentidos donde cada uno de tus miembros y órganos internos se corroe en acido y aún consciente de ello tu alma se estruja horriblemente.
Desperté en una vieja casa, aquel lugar parecía haber estado deshabitado desde hace años, mirando a mí alrededor observo solo mesas polvorientas, antiguos libreros y un piano cubierto por una tela blanca. Me levanto a explorar hasta que la música vuelve a mi mente, ¡De nuevo! ¡No puede ser! Y de inmediato corro en búsqueda de su procedencia pero… al subir las escaleras me encuentro con una anciana.
La anciana cubierta en una bata larga de color negro se limita a entorpecerme el paso, levantando su brazo lentamente, recorre su mano por mi rostro y acercándolo al suyo me observa directamente con sus ojos blancos, ciegos sin lugar a dudas. Mi cuerpo se estremece pero en ese momento inmóvil e indefenso no podía ser nada más que una simple marioneta en sus manos arrugadas y casi esqueléticas.
¡Sí! Es la anciana que me corrió aquella noche, su hedor a muerte y su inconfundible y tétrica apariencia. No puedo explicar cómo he podido caer en sus horrendas manos, ¿Qué clase de truco ha usado conmigo? No puedo ni imaginar como zafarme. ¿Por qué no me mató anteriormente? y ahora después de tantas atrocidades decide matarme.
Me mueve dirigiéndome de vuelta a la recepción, ¡de pronto! Sus dedos se hunden en mis ojos que fuertemente presionados se desbordan en sangre. El dolor intenso, ya sin poder racionar, cada neurona de mi cerebro, cada nervio de mi ser presentía aquel dolor. Un fuerte grito sale de mi boca, tan estruendoso que retumbaba en aquella habitación.
La anciana metiendo su mano en mi boca arranca mi lengua, mi sangre desbordándose en mi boca, ya el dolor no significaba nada, solo había resignación. Solo podía escuchar como la vieja bruja se daba un festín con mi carne, mi lengua hasta terminar lamiendo mi rostro y bebiendo la sangre de mis labios.
De pronto, una tonada de un instrumento se escucha; un sonido tan suave y emotivamente entonado, ¿de dónde procederá? -Me pregunto- al cabo de un tiempo el sonido se vuelve más apasionado y melancólico y como si estrujaran mi corazón rápidamente caí en un estado de llanto incontrolable. ¿Por qué llorar incontrolablemente? ¿Por qué la razón no se muestra ante mis ojos? No hay razón porque mostrarle al ciego su propia muerte, no hay razón por la cual propia muerte deba dar un motivo si el solo hecho de estar vivo es más que suficiente.
En aquel momento de agonía acuden a mí las imágenes de la noche, la infernal noche que perdí la cordura, cuando cobre las victimas y las almas de aquellos pueblerinos. La noche que quedará en la memoria de todos ellos; así el músico tocará aquel requiem la primera noche sin luna del mes de mayo, cada año será mucho más que un infierno.
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