Entre sus áridas manos,
verdugos de otoño...
De aquella Atlantida
de fábulas e historias
narradas bajo su lecho,
donde la pradera besa al vacío
como flora latente que al tiempo despide,
bajo cenizas que a su pulso abriga,
como semilla ardiente
que en flamantes frutos
fallece en el invierno.
Hoy un ave a su plumaje entierra,
frente a las ruinas de hierro
de melódicos ecos,
que a su nombre entona
como lapida en su recuerdo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario