Reprimiendo la insoportable sensación, intento aferrarme al suelo, como un desgraciado que se aferra a la vida y es arrastrado por la misma muerte a un abismo sin fin. Ya carente de toda fuerza de voluntad camino hacia las escaleras, de irregular forma e inclinación; da la curiosa impresión de estar subiendo o bajando más de lo que en realidad se ha hecho. No me había aventurado en esta parte de la casa, quizás por temor… indudablemente por temor.
Con una curiosa sensación investigativa decido indagar hasta las últimas consecuencias, la continua sensación opresiva se hace más fuerte a medida que me guía hacia donde solo peligro encontraré. Me aventuré en la grande y vieja habitación, oscura y polvorienta. Me tope con un viejo candelabro con el que pude explorar; en la habitación solo resaltaba un gran librero y una mesa con algunos libros encima, muchos de estos están escritos en latín, árabe y otros en un lenguaje incompresible difícilmente de inquirir su procedencia. Los libros en su mayoría son de “Brujería” describen rituales, hablan de magia, fuerzas tanto del bien como el mal. “Todo es relativo”, “como es arriba es abajo”, principio de causa y efecto son alguna de las cosas que logré leer en el poco tiempo que pude hacerlo, al parecer todo sugiere que contrario a todo principio de bien y mal que se conoce en la iglesia católica el bien y el mal son uno solo, una fuerza en equilibrio.
No recuerdo cuanto tiempo estuve leyendo, cuantas hojas pasaron frente a mis ojos, ni cuánto me sorprendí con tantas teorías que desmentían tantas palabras de la fe cristiana. Había recordado el continuo debate entre la ciencia y la iglesia y como muchos habían muerto bajo tortura por supuestos actos de blasfemia. Pude imaginar la razón por la cual la iglesia lo juzgaba y los apresaba; sin embargo dentro de todo había un significado más oscuro. Podía inquirir como la temas científicos se entremezclaban con ritos que solo había escuchado a través de mitos y leyendas de pueblos paganos que adoraban la imagen de un ser supremo ajeno a cualquier religión común.
La habitación inundada de una oscuridad perpetua, el frio ya helaba mis huesos cuando caí en razón. Me percaté de que había estado leyendo aquellos libros durante horas y ya agotado decido salir de aquel lugar, cuando de pronto, percibo un escalofrío que se cierne en mi espalda, una espantosa sensación de peligro y al voltear puedo ver como una sombra más negra que la misma oscuridad de la habitación se escabulle hasta salir de la habitación.
Decido correr en su persecución, sin saber si solo fue producto de mi retorcida imaginación o si tal vez estoy siendo acechado por alguna entidad, criatura o persona. Bajo las escaleras rápidamente, la curiosa forma en espiral y la distorsionada forma de las paredes me hace pensar de que bajo más de lo debido pero aún así apresurado y decidido mas allá de todo sentimiento de pavor sigo adelante. Al llegar al final de las escaleras quedo boquiabierto con el panorama tan tétrico y repulsivo de la pequeña habitación desconocida para mí; sorprendido por haber llegado a tal sitio en vez de la sala principal en la que había permanecido días atrás.
Era un panorama desalentador para cualquier ser humano, apenas podía ver en la inmensa oscuridad pero aquellas cosas que pude observar me persiguen hasta el día de hoy. Con la luz del candelabro en mi mano exploré el recinto, una escala de grises entremezclados con un rojo que en forma de manchas que estaban esparcidas por doquier, y con el crujir del piso tras mis pasos me sorprendo al ver la cantidad de huesos; tal vez animales o humanos esparcidos por todo el suelo.
Incontables alimañas hacen presencia, arrastrándose en el suelo, revoloteando por doquier; ratas, cucarachas y murciélagos. ¡Qué desagradable y horrible lugar! Y allí estaba yo asombrado, atónito y asqueado, las paredes llenas de sangre presentaban inscripciones, pentagramas y otras imágenes. Reconocí las algunas que estaban presentes en algunos textos que había leído anteriormente pero no pude adivinar de inmediato la razón de todos los símbolos.
De pronto, al voltear, la puerta por donde había entrado ya no estaba. Atónito y desconcertado me apresuré a buscar el manojo de la puerta pero en ese momento una fuerte sacudida, una brisa de inexplicable procedencia circulaba la habitación. Era un aire malévolo y ya sin ninguna luz que me guiara caminé entre la más densa penumbra. No podía continuar más, mi mente jugaba con migo, imágenes aparecían ante mí y una sombra acechante iba tras de mí, y en ese momento de desesperación la opresión en mi pecho volvió. Ya arrastrándome me imaginé siendo alimento de roedores y otras alimañas, luego caí inconsciente.
Desperté en la sala principal, bañada en un sudor frío, espantado y sorprendido por la asombrosa realidad del sueño, un febril sueño que no podía sacar de mi mente, tan real que sentía oprimido de solo pensarlo y mis manos temblantes balanceaban el volumen de un libro maltrecho, consumido por el tiempo. Entre sus hojas amarillentas y deterioradas estaban escritos en un lenguaje que parecía ser griego, su contenido databa de siglos atrás y hasta el momento previo al que me atreví leerlo no me imaginaba lo que podía contener.
Lo descrito en ese libro me dejo estupefacto, las leyes de la física, rituales y espiritismo cosas que no se podrían entremezclar. La forma de ver el mundo, nuestra propia existencia, era algo tan vago y tan vacío; nuestra mente es incapaz de imaginarse ciertos aspectos de esa realidad superflua bajo la mirada del humano común. En aquel tomo estaba pasmado todo concerniente a esos tres factores: el plano material, espiritual y dimensiones paralelas de tiempo y espacio en la que diferentes entes convergen. El ser humano común está habituado a su forma física pero, se puede trasladar a un estado inmaterial mediante su alma; a través de sueños, meditación y hasta la propia muerte.
No lo creí cierto, fue algo tan asombroso e increíble pero despertaba en mí una curiosidad que abarco todo mi interés. Esa sensación fue creciendo inmensurablemente con lo retuve todo aquel conocimiento, el cual no fue suficiente. Recorrí toda la casa y, al subir nuevamente aquellas escaleras tuve aquel presentimiento, la sensación de que, por un momento me había alejado de la casa y de toda realidad. Luego de haber subido, me encontré con las estanterías repletas de libros y un mesón enorme con un candelabro encendido que me llamaba a ponerme cómodo, los libro se apilaron junto a mí; me fueron sencillos de leer y los volúmenes fueron desapareciendo; aquellos conocimientos se fueron albergando en mi mente durante el tiempo que estuve allí pero, el tiempo fue algo tan vagamente perceptible que no puedo hablar de días, meses o años.
Trate de escapar abriendo las puertas y ventanas; mi esfuerzo fue en vano, todo era retratado, falso y misterioso. Encerrado en una caja, yo era una rata encerrada y sin salida; quizás alguien observaba regocijándose de mi propia ignorancia, mi cobardía y de mi propia locura.
El lugar de pronto cambio su aspecto, me fue irreconocible, fue cayéndose a pedazos y solo había un camino a recorrer, solo una salida. Una extraña pero familiar sensación vino a mí; la sensación opresiva que me prevenía del peligro. Allí en aquel pasillo nublado por las sombras, donde difícilmente podía ver el camino a recorrer, allí frente a mis ojos un extraño resplandor fue aproximándose y con él una figura abismal. Una figura casi olvidada por mi mente pero entre mis pensamientos el miedo era lo único presente en ese momento, más que miedo era pavor tras observar la imagen del propio infierno aproximándose.
El resplandor en forma de llamas fue aproximándose consumiendo todo a su paso, todo parecía ser devorado por las llamas que recorriendo los muros se dirigieron a mí sin hacerme daño pero, a mi alrededor todo parecía estar consumiéndose en llamas. Frente a mí la imagen demoniaca del mismo demonio que en sueños me atormentaba hacia algún tiempo, sin poder mover mi cuerpo me mantuve inmóvil; quizás por el pánico o por alguna magia que me impedía correr. El demonio se aproximó a mí, al ver su rostro nauseabundo, algo horrible que difícilmente podría ser humano y, su semblante solo podía manifestar odio sin ningún vestigio de alguna otra emoción, más allá de eso parecía disfrutar viéndome sufrir.
En aquel momento parcia aceptar mi muerte; sin embargo, no quería morir y, sabiendo que podía escapar logré recuperar las compostura y correr de mi acechante. Corrí desesperadamente hacia el pentagrama que estuve dibujando en la pared, aún era visible con lo que no tuve más opción que zambullirme en el muro lleno de llamas. Las llamas, la luz y toda imagen de aquel lugar se esfumaron y solo un espacio vacío, oscuro y silencioso parecía rodearme; todo en aquel lugar era tan horrible ya que no percibía nada conocido y poco a poco las voces fueron siendo perceptibles a mi oído, las imágenes más claras a mis ojos y el peligro a mi intuición. El lugar no estaba solo, estaba lleno de criaturas de formas inimaginables, solo descritas en sueños, pesadillas e historias increíbles.
Todo aquello despertaba en mí una curiosidad pero más aún un temor a que todo aquello no halla sido más que el infierno que me aprisionaba durante toda la eternidad. Las voces susurraban entre sí, hacían ruidos indescriptibles y casi parecían hablar en algún dialecto extraño y desconocido. Pronto caí de rodillas queriendo morir o si ya lo estaba quería que mi alma terminara por quemarse y despareciese en el infinito.
Cuando recobre el sentido de lo que ocurría a mí alrededor, ya comprendía lo sucedido y no era algo ajeno a mi conocimiento. Comprendí la manera de salir de aquel lugar y poniéndome a trabajar en la forma de dibujar aquel símbolo, las inscripciones que me permitirían abrir una puerta para salir de aquel lugar fuera de toda realidad. El salir era algo sencillo pero al llegar no podía saber con certeza si mi mente llegaría en una sola pieza, si se presentaría en forma de demencia o si solo moriría en un instante; a pesar de ello lo hice.
El calor abrazador fue la primera sensación que experimente luego de regresar, mi mente nublada no lograba ordenar las ideas y mi cuerpo en un estado de petrificación se hallaba aprisionado entre maderas; quizás era un ataúd y han creído mi muerte pero aún así los crujidos, el calor intenso era algo que me hacía dudar. ¿Me encontraba en medio de un incendio? Eso me pregunte en medio de un momento de pánico, luego desmaye.
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