IV
Saliendo
de la habitación arrastrándome de espalda observando atónito el interior de la
habitación, delirante y confundido me arrastré por el suelo adolorido, no
sufría una herida física sino una laceración en lo más profundo de mi alma. Dentro
del pánico lo único que pensé fue en escapar, correr y abandonar el lugar pero
una risa atrajo mi atención, una tierna voz que hacía eco en mi cabeza. Perdí la
conciencia finalmente tras un colapso mental producto de aquellas horribles imágenes,
de la desesperanza, del odio, del amor y de la impotencia. Todos los
sentimientos que envenenaban cada vez más mis pensamientos.
Mis
recuerdos se volvieron difusos y no puedo asegurar lo que paso luego. Luego de
despertar me di cuenta de que estaba en una habitación lujosa, recostado en la
cama. La combinación de matices entre rojos, dorado y blanco; además de los
muebles finos y algunas pinturas daba la impresión de pertenecer a alguien de
la realeza. No sabía exactamente donde me encontraba pero algunos detalles específicos
habían llamado mi atención; resaltaba la ausencia de algunos retratos que
parecían haber estado colgados en las paredes por algún largo tiempo y que por alguna
razón se los habían llevado. Frente a la cama observe aquel espacio vacío y por
un momento creí ver lo que allí estaba anteriormente; intenté concentrarme en
ello pero un fuerte dolor de cabeza me hizo perder la conciencia nuevamente.
Al
despertar pude constatar algo de lo que no me había percatado, estaba vendado en
diferentes partes del cuerpo y sentí un dolor punzante en cada uno de esos
lugares. Todavía estaba muy confundido y las lo poco que recordaba había sido
¿parte de un horrible sueño? No sabía cómo explicarlo pero muchas de aquellas
horribles imágenes me parecían muy reales.
Me
levante para así ver en qué lugar me encontraba, al acercarme a la puerta
escuche unos pasos aproximarse, estuve atento al movimiento de la perilla de la
puerta. La puerta se abrió lentamente mientras una mujer con un largo y fino
vestido hacía su entrada. ¡Era ella! Helen… hizo una reverencia en forma de
saludo y estiro su mano hacia mi (¿esperando que la besara?), después de lo que
había sucedido estaba lejos de seguir con sus formalidades y reglas de etiqueta.
Me miro con petulancia y mascullando solo dijo “maleducado” en ese momento me
importaba muy poco los modales, me abalancé con los brazos abiertos y le di un
fuerte abrazo.
Me
explicó que todas las familias sufrían la pérdida de sus representantes, había
poca organización y aún menos oposición para la unificación de los cinco
clanes. Ya podría hacerme con lo que debió ser mío por derecho, era solo cuestión
de tiempo para que la completa sucesión del poder se cayese en mis manos.
Aquello había hecho aflorar en mí aún más dudas, no distinguí la realidad de
aquellos delirios que me había estado atormentando.
La
tomé por los hombros fuertemente, muy fuerte quizás… pero aquello me había
consternado. ¿Qué sucedió exactamente en ese lugar? Le pregunté observándola fijamente.
Ella me miró algo inquieta y asustada por mi reacción, tocó mis manos con
cariño y pidió que me calmase. Mis manos se temblantes se relajaron y su mirada
calmó mis nervios. Nadie sabía exactamente lo que había sucedido en ese lugar
pero se había desatado un incendio. La cantidad de personas y las pocas salidas
dificultó el escape; la vieja estructura no soporto mucho y cedió ante el fuego
sepultando a unas cien personas.
“Debes
descansar, lo necesitarás” me dijo mientras acarició agraciadamente mi rostro y
me dio un apasionado beso que me robaba el aliento. Me aseguró que volvería en
una semana para los preparativos para una reunión aristocrática.
Los
primeros días no podía siquiera levantarme sin sentir que perdía mis fuerzas o
se abriesen mis heridas, las sirvientas corrían en mi auxilio y me devolvían a
la cama. En el día era víctima de la inquietud y de mis propios pensamientos
pero en la noche sucumbía ante delirios febriles, pesadillas que atronaban mi subconsciente.
Los gritos despertaban a la servidumbre y corrían para acallar aquellos gritos
de pánico y calmar mis nervios crispados.
Luego
de unos días ya podía caminar libremente, ya podía salir de la habitación en la
cual había estado guardando reposo por tanto tiempo y me aventuraba a recorrer
los pasillos como un infante deseoso de explorar su entorno. Siempre era
acompañado por alguna sirvienta, usualmente por una anciana que pese a que su
edad rondaba los 50 años su condición física era algo envidiable; no padecía de
ninguna enfermedad, era robusta, de rasgos fuertes y marcados, cabello largo algo
blanco pero siempre lo mantenía recogido. No hablaba mucho, solo se limitaba a
avisarme que era hora de comer, que debía tomar un baño o que no debía entrar
en algunos lugares. Me sentí como un crio en esos días, me inquietaba ser
vigilado todo el tiempo y tener que depender tanto de otras personas.
Una noche me levanté asustado, las pesadillas habían vuelto
a pesar que me habían dado de beber una especié de té con un sabor y olor muy
fuerte pero que me había hecho dormir algunos días. Ya me encontraba bien, sin
ninguna dolencia en mi cuerpo, parecía estar listo para alguna exigencia
física; quizás debía hacer algo de ejercicio pensé en ese momento. Era una
noche serena, estuve observando la luna un momento mientras escuchaba la
reconfortante sinfonía de media noche, entre pequeños animales como grillos y
ranas que parecían reclamar al cielo por algo de lluvia. Unos crujidos de
madera que se hacía cada vez mas fuertes rompieron mi tranquilidad cuando al
observar detrás de mí se encontraba aquella anciana cuya mirada fría e inexpresiva
parecía ordenarme que fuese directo a la cama. De pronto un extraño
presentimiento me invadió, un escalofrío que recorría mi cuerpo y en ese
momento me percaté de que estaba rodeado por varias personas; no estaban muy
cerca, estaban a cierta distancia de mi observando lo que sucedía en las
sombras, detrás de las puertas y en lo rincones oscuros de los pasillos. Decidí
ir a la cama sin formar alboroto pero aquello me había inquietado mucho, no me
sentía como el patrón, ni como invitado, ni como inquilino solo pensé quera
prisionero entre aquellas lujosas paredes.
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