III
El
sudor recorrió mi frente y un estruendo mi mente; como un rayo que surca el
cielo, rompiéndolo sagazmente y en ese resplandor momentáneo desencadena un
temporal inclemente. Un fuerte sentimiento de opresiva nostalgia, remembranzas
abstractas, salvajes retoques en un lienzo manchado de sangre. Cada pincelada
abre una brecha como un puñal en la espalda de su interlocutor, trazando líneas,
tal vez palabras, un complejo mensaje… con el fin de estigmatizarme en carne
viva.
Un
grito ahogado interrumpió la calma, un sudor frio recorría mi cuerpo y entre
espasmos mis brazos y piernas sucumbían ante un pánico inentendible. Recuerdo
su voz, su tormento, sus palabras exaltadas y jadeantes. Presa de un pánico
abrumador saltó de la cama, pidiendo ayuda, resguardo, calor y seguridad. Todo
resumido en un amor y una pasión más sublime que el pánico que la
atormentaba, era todo lo que debía saber ella, no tenia que temer a nada más
que al propio fin de los tiempos. No habría final, era un sentimiento de
eternidad y en el rescoldo permanecería latente en espera de un soplo
vigorizante de esperanza. Entre toda la oscuridad nuestros cuerpos unidos emitían
tal resplandor que las sombras languidecían ante el brío de voluntad que se
imponía ante fuerzas más allá de nuestra comprensión.
El
viento traía consigo voces, en las penumbras resguardadas en un manto lúgubre
se encontraban mis pesadillas, asechando siempre alertas. Era un mar de
desesperanza donde se sumergían alimañas, reptiles multiformes, criaturas
abominables de extraño aspecto y naturaleza. Los pequeños devoraban a los más
grandes, no había orden natural en tal desenfreno caótico. Los susurros mutaban
al igual que sus nauseabundas siluetas, ahora más grandes y apabullantes reían
a carcajadas, un estruendo incesante que amenazaba con hacer estallar mis oídos
y mi cabeza.
Ya
no encontraba fuerzas para mantener alejadas a las sombras que amenazaban con
corromper nuestra santificada unión y en el fondo lamentaba sobretodo tu
sufrimiento. Pude ofrecerme como un mártir y así liberarte de toda esa
pesadilla, quise morir antes de verte sufrir aún más. No me lo perdonaré,
definitivamente no lo haré ¡Oh! Ahora me limito a lamentarme, a llorar una
perdida, a sufrir eternamente como un vil desgraciado que pecó por su
impotencia. Ahora te veo contantemente como un alma en pena que busca
arrastrarme hacia el abismo; no sé si por venganza u odio pero definitivamente
no por amor. Mi conciencia a aprisionado todos los lamentos y se han
transmutado en viles demonios que asechan en los rincones de esas miserables
cuatro paredes. Ahora solo imploro misericordia ante la locura, que entre mis
delirios de grandeza y más patética miseria la muerte llegue a mí antes que alguno de esos demonios.
Continua en: http://laoscuraluzdelamente.blogspot.com/2011/12/prisionero.html
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