domingo, 18 de diciembre de 2011

Remembranzas




III


El sudor recorrió mi frente y un estruendo mi mente; como un rayo que surca el cielo, rompiéndolo sagazmente y en ese resplandor momentáneo desencadena un temporal inclemente. Un fuerte sentimiento de opresiva nostalgia, remembranzas abstractas, salvajes retoques en un lienzo manchado de sangre. Cada pincelada abre una brecha como un puñal en la espalda de su interlocutor, trazando líneas, tal vez palabras, un complejo mensaje… con el fin de estigmatizarme en carne viva.

Un grito ahogado interrumpió la calma, un sudor frio recorría mi cuerpo y entre espasmos mis brazos y piernas sucumbían ante un pánico inentendible. Recuerdo su voz, su tormento, sus palabras exaltadas y jadeantes. Presa de un pánico abrumador saltó de la cama, pidiendo ayuda, resguardo, calor y seguridad. Todo resumido en un amor y una pasión más sublime que el pánico que la atormentaba, era todo lo que debía saber ella, no tenia que temer a nada más que al propio fin de los tiempos. No habría final, era un sentimiento de eternidad y en el rescoldo permanecería latente en espera de un soplo vigorizante de esperanza. Entre toda la oscuridad nuestros cuerpos unidos emitían tal resplandor que las sombras languidecían ante el brío de voluntad que se imponía ante fuerzas más allá de nuestra comprensión.

El viento traía consigo voces, en las penumbras resguardadas en un manto lúgubre se encontraban mis pesadillas, asechando siempre alertas. Era un mar de desesperanza donde se sumergían alimañas, reptiles multiformes, criaturas abominables de extraño aspecto y naturaleza. Los pequeños devoraban a los más grandes, no había orden natural en tal desenfreno caótico. Los susurros mutaban al igual que sus nauseabundas siluetas, ahora más grandes y apabullantes reían a carcajadas, un estruendo incesante que amenazaba con hacer estallar mis oídos y mi cabeza.

Ya no encontraba fuerzas para mantener alejadas a las sombras que amenazaban con corromper nuestra santificada unión y en el fondo lamentaba sobretodo tu sufrimiento. Pude ofrecerme como un mártir y así liberarte de toda esa pesadilla, quise morir antes de verte sufrir aún más. No me lo perdonaré, definitivamente no lo haré ¡Oh! Ahora me limito a lamentarme, a llorar una perdida, a sufrir eternamente como un vil desgraciado que pecó por su impotencia. Ahora te veo contantemente como un alma en pena que busca arrastrarme hacia el abismo; no sé si por venganza u odio pero definitivamente no por amor. Mi conciencia a aprisionado todos los lamentos y se han transmutado en viles demonios que asechan en los rincones de esas miserables cuatro paredes. Ahora solo imploro misericordia ante la locura, que entre mis delirios de grandeza y más patética miseria la muerte llegue a mí antes que alguno de esos demonios. 


Continua en: http://laoscuraluzdelamente.blogspot.com/2011/12/prisionero.html

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