Tuve un sueño, un ligero y estúpido sueño. Jugaba poker con aletargado y somnoliento Morfeo apostando mi vida, arriesgando mi propia realidad. Después de todo… No habría preocupación frente al riesgo ya que… ¿acaso arriesgaba algo? No había nada de valor en juego. ¿Cuál era la diferencia de este sueño a la muerte? Era la ilusión de la verdad sin ser verdad, de la vida sin ser vida, de un tenerte sin tenerte pues en esta prisión solo habría cabida a diálogos imaginarios y escenas repetidas que a pesar de evocarlas continuamente, luego de un tiempo no tendría certeza de su veracidad. Es así como sacrifiqué cada una de mis neuronas, las cuales eclosionan y florecen en estrellas que luego retumban en el silencio del universo.
Me resigno a inhalar ideas que se despliegan con brazos cortantes, en un bailar delicado de movimientos despiadados. Hoy, ayer, mañana o nunca... observando una mirada esquiva, un punto en el silencio humedecido, recortado y pálido. Comparto frases incoherentes de deseos siempre presentes, no desvelo mi subconsciente hasta lo más profundo de tu pecho, no me resigno ante el puñal del desprecio. Solo soy odio que se hace radiante al entremezclarse con tus caricias, manos que se desvelan en pesadillas inconscientes, sueños húmedos inclementes y patrañas que hielan la sangre y hacen rechinar los dientes. Así la tierra se abrió a nuestros pies dejando ver tu busto desgarrado y palpitante.
Altar, encarnación del vicio y de la muerte que subyace tras el pétalo que derrama tu esencia y la espina que reclama tu alma. Es la hora de reclamar viejos presagios de tiempos incontables, de memorias salvaguardadas de extraña belleza, de infinidad retórica pero siempre será utópica. Soñar los castigos tras el crespúsculo, que se consume tras el carruaje de Apolo, como Dafne siempre inmensurable, fría y levemente eterna a las manos que blanden las desgracias; esquiva al silencio viciado de su destino. Mis ojos siempre acechan los tuyos que cobardemente rehúyen ante la presencia de lo inconstante y las añoranzas de lo imprudente. Se mezclan como sabores, del amargo al más dulce rebozan solublemente en el discurrir del tiempo, en la repetición arquetípica de nuestro sufrimiento, de la desunión de los placeres prohibidos, del pecado jamás consumado como Caín y Lilith siempre traicionándose, siempre amándose. Ahora soy solo piel y huesos... solo eso. Mi pensamiento es rápido e intuitivo como para reclamar a mi inconsciente lo que había perdido, un vestigio de demencia. Patético clamor inminente que me atrae a las mentiras y a ilusiones perdidas, a falsas salidas. Ahora solo exhalo gritos inaudibles, de un lenguaje maldito, de un estigma pasado.
Tuve un sueño, un ligero y estúpido sueño. Un profeta vanidoso al igual que muchos otros, sangre que cubre las praderas áridas donde se edifica la naturaleza muerta, ahí donde se levantan los pilares que crucifican la redención, redención ante el escándalo, el bullicio existente en mí viciada mente. Palabras, habladurías, conversación tras conversación en un interminable diálogo filosófico por destronar a los pocos reyes que dominan los territorios donde se salvaguarda la cordura. ¿La cordura de quien? Quizás del odio, del amor, del placer, del miedo… ahora no soy más que un simple “que” un sentimiento o al menos la unión de muchos que convergen caóticamente en instantes irreales de lucidez. Viví impaciente un día y al despertar los años habían plasmado un sentimiento de fracaso. Lo sensato del hombre, ¿creación de un artesano mediocre? No, obra maestra de un sentido del humor tan sofisticado que es ajeno a la comprensión de muchos. Quizás comience a comprenderlo y a ver con ojos ajenos la decadencia de esta humanidad pues no hace falta ser loco para hacerse el idiota e ignorar las cadenas que ideologizan e idiotizan a cualquier imbécil de la especie humana ¿ahora lo ven?
La libertad solo tiene extensos niveles, como el ave que escapa y se encuentra a si misma acorralada nuevamente en un sinfín de espacios que atenúan a su conciencia. Aquel que ignora su propio encierro salvaguardado en su convicción de logros y felicidad. Una y otra vez en una lucha interminable de ideales perdidos y otros ¿satisfechos? En una vía carente de doble sentidos aunque lo parezca en ocasiones. Siempre está el que va en su porche y el que regresa caminando, descalzo y resignado, ahora su piel es un mapa milenario impregnado del color del tiempo mismo. Su sudor alimenta la tierra y el dolor los bolsillos del equidor de un Pegaso agonizante.
Quien consigue el camino y no regresa a la mano de su opresor, quien se aventura a un cielo retratado con inmenso esplendor, siempre soñando tras la máscara que obliga a suspirar eternamente. Así el pequeño cae a la tierra desprovista de caricias, a las fantasías reprimidas de demonios prepotentes. Ahora los ojos se visten de luto, la visión es honesta pero… ¿Quién les dice que es honestidad? No hay calor que reviva a los muertos sino aquel que incineré sus cuerpos, pues desde el día de su nacimiento ya se ha resignado a ser el fin de los tiempos. Emprende su vuelo al abismo, hacia el túnel de lo impensado, de los ¿sueños logrados? La luz puede hacerse oscuridad en milésimas de segundos, la polaridad de las desgracias y la salvación están siempre rotando, así como no hay arriba ni abajo pues el bien y el mal se tienden la mano, se besan lascivamente uniendo sus cuerpos asexuales y fornican hasta alcanzar el big bang de un tercer holocausto. Así el disparo suena a la sexta campanada del sexto día del sexto mes de ¿ningún día? La bala que atina al incauto ilusionado, su grito al desplomar su conciencia hasta los barrios de la realidad innegable. El joven que no muere y recobra el sentido, los ojos desnudos a su alma, son un pasado reescrito por muertes y violencia. La bala sigue en su viaje, marcó al primero y sentencio al segundo y al tercero; no es el final pues el destino ha copulado posibilidades con fecunda preponderancia.
La resignación es el velo que cubre el precio de la honradez, el horizonte que se incinera con labios cortantes que vociferan sentencias corrosivas para sordos rebeldes y con remedos de esperanza. Preocupaciones que se esfuman como el humo, que se pierden tras el blanco en un suspiro, que se diluyen en la sangre derramada. Porque lo ángeles que han caído se han perdido, porque las túnicas son de sexo y billetes, porque los héroes han viajado a mundo ilusorios y fantásticos emprendiendo su búsqueda en la inconsciencia. Ahora todo es fantasía, todo es tan falso... pero dentro de la falsedad las más aceptable es la que está lejos de la realidad. ¿Debería dejar de soñar? Entonces Morfeo tenemos mucho tiempo para jugar, algún día tendrás que ganar.
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