La
frialdad que dispara gota a gota el sonido de la inclemencia,
De cada
rasgo detestable,
Como
lágrimas corrompidas por el odio,
Sal que
reseca tus labios,
Transmutadas
por la alquimia de los mas imposibles deseos,
Por las
mil y una noches dejando solo un recado,
Resulta
insoportable contar cada gota,
Solo es
polvo, desgracia para tus ojos,
Recelo
que descansa en mis labios,
Mi
lluvia en tu tez omnipresente,
Reflejo
que combate un paisaje,
Retrato
de lágrimas suicidas,
Inmensidad
en decadencia en mi presencia,
Cada
rompimiento de las voces que estallan en mi conciencia,
Esencia
que pasea a través de mi silencio,
Que se
descompone, se degrada pero aún sublime me atormenta…
No llega
a mí ni en palabras,
En el
pudor de mi propia imprudencia,
El
dolor…
¿Se
desvanece?
Al igual
que mi propio aliento que se acalla,
Voces
siniestras que inquietan con cánticos caóticos,
Pregoneros
de fines denigrantes,
Aquellas
que juegan con mentiras nuestras,
Mentiras
se repiten, falsedad impúdica,
Indecisión
lamentable en la mente del débil,
Y las
imágenes… ¡Oh si! Esa proyección que evoca con cada pincelada imperfecta,
Se niegan
a sentidos absortos, fríos y estériles,
Un
reconcilio ante viejos demonios,
Un cierto tono impersonal ante la vida
En un augurio finito de muerte...
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